En la Plaza Mayor de Moranchel nos vamos reuniendo para iniciar hoy la cuarta y última jornada de patrimonio de este año 2024, organizada por el Ayuntamiento de Cifuentes. Estamos a 25 de mayo, el mes de las flores, con una treintena de participantes, menos que en otras convocatorias.
Bienvenida, presentación y avisos para la jornada desde el palco municipal. |
Desde el rellano delantero del antiguo ayuntamiento de Moranchel, a modo de "Bienvenido Mr Marshall", Enrique y Luisa se presentan para los que aún no les conocen y también nos cuentan detalles de cómo será la actividad de hoy. Un recorrido similar a otra jornada de patrimonio que se hizo en 2013, hace ya once años, pero que hoy sin duda será diferente. Lo que se repite como en aquella ocasión, para bien de todos, es que nos volverá a acompañar Felipe Vicente, vecino de Moranchel ahora ya con 82 años, que en ambas ocasiones nos guió y acompañó para preparar las jornadas de patrimonio por su pueblo. ¡Muchas gracias, Felipe!
Salimos de Moranchel por el camino de Cifuentes que pasa por el cementerio. |
Subimos junto a la panadería virtual y el juego pelota, saliendo de Moranchel por el camino de Cifuentes. Pasando el cementerio, hacemos parada en la obra de la artista local Asun Vicente sobre El Camino de la Lana, un homenaje al recorrido del Camino de Santiago a su paso por el municipio de Cifuentes. En este enlace podéis ver cómo estaba su obra recién acabada. Hoy vemos que falta una tabla y cómo el vandalismo y las inclemencias del tiempo van haciendo mella.
Luisa explica la labor de la artista local en visibilizar el Camino de la Lana. |
Subiendo por el camino vemos a la derecha plantaciones de lavandín. Felipe nos dice que están algo mal, debido al exceso de humedad. Vamos subiendo “La cuesta de la Juan Malena” y Felipe, nivelando con su garrota, forma un ángulo con el suelo y nos dice el desnivel aproximado. Un buen truco que aprendemos para poder medirlo cuando vayamos con nuestro bastón de senderista.
Volviendo la vista atrás, en el horizonte y de izquierda a derecha se divisan al fondo el Pico del Ocejón y la Sierra de Altorrey, y más acá, en el borde sur del páramo de la Alcarria, se ven Hontanares y Alaminos. Enrique nos habla de la antigua cuenca sedimentaria del Tajo y de cómo se formó la Alcarria por el encajamiento del río Tajo y sus afluentes, Tajuña, Badiel y Henares.
Bajando hacia la vega de la Cañada Larga. |
Dejamos el camino de Cifuentes y emprendemos la cuesta abajo. A la parte izquierda del camino le llaman “Los Nuevos” y a la derecha “La Juan Malena”. Al fondo a la izquierda vemos un corral. “Aquí no lo llamamos parideras, como en otros sitios. Aquí se le dice corral”, nos explica Felipe, y nos cuenta que las ruinas que vemos antes tenían tejas y que le llaman “El corral de Los Nuevos”.
Enrique explica el contexto de esta zona en la última guerra. |
Cruzamos una estructura de hormigón construida para cruzar el drenaje de la vega de la Cañada Larga. Es una pequeña alcantarilla que llaman del “Tio Mocoso”. Cruzando y al otro lado, el camino gira a la izquierda, vega abajo por su margen derecha. Nos desviamos un poco ladera arriba para ver las trincheras de una pequeña fortificación de la última guerra. La ausencia de piedras del entorno para usar como mampostería hace que se hayan degradado mucho, pues están llenas de tierra y no se aprecian bien. Los parapetos se harían con la tierra excavada de las trincheras y poniendo sacos terreros (es decir, rellenos de tierra).
La trinchera se reconoce porque sigue la curva de nivel manteniendo la cota. |
A la derecha del camino vemos un bloque de sal al que se le llama “bola de sal”, aunque tiene forma de tetraedro en lugar de bola. Nos dicen que es para que la chupen los jabalíes y corzos, les da sed, van a beber al arroyo y allí les dan caza. Al ganado también se le echaba sal, pero ya no hay ovejas en Moranchel.
La Peña del Reloj marca la hora por la sombra según la época del año. |
Felipe nos cuenta sus experiencias y anécdotas como pastor cuando era niño. |
"Seguimos bacho abajo", nos dice Felipe. No tiene pérdida el camino. Nos llaman la atención ahora unos conglomerados con cantos gruesos que forman un pequeño abrigo natural a modo de covacha. Es la llamada Peña del Reloj. Nuestro geólogo nos explica cómo el agua corriente de los ríos transporta todo el sedimento y va separando la grava del fondo, de la arena que va saltando, y del limo y la arcilla que van en suspensión en el agua corriente hasta que se para, ya sea en un embalse o en el mar.
Las irregularidades de la roca dan mucho juego a los gatos. |
A la derecha y subiendo un poco encontramos “La Cueva de los Gatos” y trepamos cuesta arriba para verla de cerca. En realidad no es una cueva sino un abrigo en el que Asun Vicente pintó gatos en diversas posiciones aprovechando los entrantes y salientes de la roca, algo parecido a como pintaban en el Paleolítico. Se están degradando con el paso del tiempo y por las inclemencias meteorológicas, ya que están al aire libre, pero aún se aprecian bastantes de ellos.
Seguimos caminando por lo que llaman El Camino Real, que era muy ancho, aunque ahora se estreche en muchos tramos. Nos cuenta Felipe que antes de la guerra hubo un proyecto para hacer una carretera que iría por aquí desde Las Inviernas pasando por el Molino de Las Inviernas y hasta Cifuentes, pero que luego no se hizo.
Nada mejor que ir con alguien del pueblo que nos vaya contando. |
Vemos una paridera grande que está junto al camino y que la llaman “El Corral del tío Jesús”. Originalmente se componía de un patio al que llaman “sereno” y de una parte techada que llaman “corral”. Este en concreto fue de propiedad particular, pero ahora es del ayuntamiento de Moranchel. Felipe nos cuenta que allí se recogían las ovejas en la noche y que hace ya muchos años, cuando él era niño, recuerda que después de encerrar a las ovejas, se volvía a casa y por el camino rezaba la siguiente oración por si se había quedado alguna oveja descarriada que pudiera ser presa del lobo:
suplicadme vuestro bien.
Cuando llegaba a casa, su madre le preguntaba si había rezado la oración. Si no lo había hecho, entonces toda la familia rezaba un Padre Nuestro, un Ave María o lo que su madre dijera para que no le ocurriera nada malo a la oveja. Si se había rezado, la oveja aparecía al día siguiente sana y salva.
Foto de familia. |
El sol pega fuerte ya en este día de mayo, aunque menos mal que sopla el viento. La ruta de hoy no es larga y no vamos aún muy cansados. Llegamos al carril que discurre paralelo al río Tajuña y lo tomamos en dirección hacia el pueblo. Se oye un cuco. Vemos un campo de centeno. Llegamos al tejar. Nos dice Felipe que se hizo después de la guerra y que ahí vivía un tejero con su familia. Lo construyeron en hacendera los vecinos del pueblo. Al otro lado, dónde ahora hay un campo de cebada, secaban la teja.
Luisa y Felipe nos cuentan sobre la construcción y uso de la casa y horno del tejar. |
Luisa nos muestra en un gráfico el proceso de elaboración de las tejas y nos dice que, en la jornada de patrimonio de 2013, nos contaron que, en algunos lugares, el tejero reunía en un edificio municipal a las mujeres de las casas que le encargaban tejas, les daba una bola de arcilla amasada y cada una la moldeaba en su muslo y esa era la medida de las tejas para su vivienda. Una vez cocidas las tejas, cada mujer sabía las que eran suyas. Vemos mucha flor de gualda junto al tejar, que antiguamente se usaba para teñir de color amarillo-gualda. También vemos lino silvestre. Inés nos dice que nos fijemos en que tenga cinco pétalos ya que se parece mucho a otras flores que no son lino.
Seguimos por el carril. A la izquierda y en lo alto vemos la Peña de la Graja. Alberto nos dice que en los últimos mapas topográficos han cambiado el nombre de “graja” por “grasa”. A la orilla del Tajuña hay algunos pescadores y vemos carrizos, fresnos y chopos autóctonos que, según le dijo el forestal a Felipe, ya casi no quedan, pues ahora hibridan con los canadienses. Una vez salimos de la chopera que nos protegía de la ventisca, la vuelta a Moranchel por la vega abierta del Tajuña es con el viento en contra.
Unas personas se interesan por las flores y otras por los restos de la guerra. |
Antes de entrar de vuelta al pueblo nos desviamos un poco para ver las ruinas del “antitanque”, una fortificación para nido de ametralladora que nos vuelve a recordar la Guerra Civil. Vemos mucho bálago, una hierba que antes se comían las mulas y hoy crece y se extiende. Casi llegando al pueblo están las eras para trillar, recuerdo de los quehaceres para la obtención del cereal.
Aspecto del fortín, con una higuera silvestre que ha salido en el medio. |
Ya en Moranchel nos vamos al bar. Hace calor y lo vemos como un oasis en medio del desierto, ¡Qué bien nos sienta una bebida fresquita! Disponemos mesas y sillas al exterior y sacamos las viandas, que compartimos como siempre en animada conversación. A los postres felicitamos a Eduardo que, además de traernos su licor, hoy cumple años.
Después de comer visitamos con Luisa y Teresa, uno a uno, los trampantojos de Asun. ¡Son preciosos y embellecen grandemente al pueblo! Por último, regresamos a la puerta del bar donde se había quedado Enrique componiendo las coplas de la jornada. Buscamos una sombra bien pegados a la pared, y nos ponemos a cantarlas a ritmo de rabelada con su armónica.
¡Muchas gracias a Eduardo y Teresa por las fotos!