Hoy, sábado 22 de febrero,
ha amanecido con helada. En Cifuentes tenemos cuatro grados bajo cero. No se
ven nubes. Está previsto que nos haga un día soleado. En Gualda nos vamos
encontrando viejos amigos y conocidos de otras Jornadas de Patrimonio. También
hay gente nueva. Hoy comenzamos la primera jornada de este año. Nos espera un
autobús que nos llevará a todos hasta Castilmimbre.
Una hora más tarde
llegamos a Castilmimbre. Nos bajamos del autocar y calle abajo entramos en el
bar, donde Nati nos ha preparado un estupendo desayuno por gentileza de la
alcaldía de la pequeña localidad. ¡Qué bien sientan esos dulces y ese café
calentito que nos ayuda a combatir el frío! ¡Muchas gracias a los anfitriones!
Enrique y Luisa hacen las
presentaciones de rigor y rápidamente comenzamos la visita guiada al pueblo. Cerca
de la picota, nos están esperando Raúl, su alcalde pedáneo, y una veintena de
vecinos que nos dan la bienvenida. Luisa nos habla de la
picota, del uso tradicional de la misma y de otros rituales religiosos que allí
se siguen celebrando y que provienen de ancestrales ritos de fertilidad.
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En el patio de entrada a la iglesia de Castilmimbre. |
Ascendemos hasta la
iglesia del pueblo, desde cuya barbacana se tienen unas vistas espectaculares.
Enrique nos habla de las rocas con las que se ha construido el edificio. En el
interior vemos la pila bautismal a los pies, en el baptisterio. La iglesia es
de una sola nave con una única capilla a la izquierda. Parece faltarle otra a
la derecha para ser de cruz latina. Está dedicada a la Virgen de la Asunción,
de la que tienen una bonita talla que sobrevivió a la guerra civil, aunque no
el retablo, que fue destruido. Para los de Castilmimbre ésta es su “Virgen del
Castillo”, y así denominan también a su pueblo: Castillo.
Descendemos ligeramente hacia
la ronda de solana, una calle desde la que vemos el valle donde antaño se
cultivaba mimbre. Las casas del pueblo se escalonan en la cumbre del cerro y hacemos
parada en una gran roca donde Enrique nos explica de qué está hecha la cima, su
origen y cómo se formó el relieve circundante.
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Junto a la fuente llegan las últimas explicaciones sobre Castilmimbre. |
Desde la fuente vemos al
fondo la plaza Mayor, con su ayuntamiento y su antigua cárcel. La fuente es
curiosa, escalonada, ideal para que el agua se decante. En la parte más baja
está el lavadero con sus dos pilas.
Antes de emprender el
camino, Faustino nos canta unas jotas. En Castilmimbre ya están acostumbrados a
sus arranques, incluso algo hastiados, pero a nosotros nos ha encantado el
detalle y se lo agradecemos. Cuesta abajo, empezamos el camino, acompañados de
música tradicional que nos ofrecen Carlos con la dulzaina y Enrique con el
tambor.
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Carlos y Enrique animan el paso del grupo con música tradicional. |
En la bajada hay otra
fuente con su abrevadero y otro lavadero. Nos hablan de la importancia del agua
y de su aprovechamiento. No se desperdiciaba ni una gota. El sobrante iba a los
huertos. Un escrito grabado en cemento advierte de la multa de dos pesetas a
aquel que enturbie el agua.
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Fuente, abrevadero y lavadero: tres en uno al servicio de todos. |
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El grupo llega al fondo del Barranco de Valdurón. |
Tras un tramo por la vega
del valle, toca ir cuesta arriba hasta que lleguemos al llano de la Alcarria,
donde está el cruce con la cañada. El sol empieza a calentar y nos empezamos a
quitar forros y sudaderas. Caminamos a buen ritmo charlando con unos y otros.
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El buen tiempo anima a disfrutar. |
En la cañada, nos
explican sobre la trashumancia y que ésta es la Cañada Real Soriana Oriental, que
une las sierras del norte de Soria (Sierra de Cameros) con las del norte de
Sevilla (Sierra Morena), y por donde iban los grandes rebaños de ovejas hasta
hace unas décadas.
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El interfluvio entre las cuencas fluviales del Tajo y del Tajuña es peculiar. |
Enrique nos explica que
estamos en el interfluvio o divisoria entre las cuencas hidrográficas de los ríos Tajuña y
Tajo, con diferente pendiente en cada vertiente, y Alejandro nos habla sobre la
vegetación del entorno.
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La bajada del páramo a Picazo tiene algunos tramos muy bonitos. |
A partir de aquí comienza
una fuerte bajada. Quien no se atreva puede montarse en el vehículo escoba del Ayuntamiento
de Cifuentes. La senda está muy erosionada, hay muchos cantos sueltos y las
motos han dejado un profundo surco que hace que el camino sea aún más
dificultoso.
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El descenso es algo empinado y más de una persona se resbaló. |
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En un tramo del descenso a Picazo aún se conserva la plataforma del antiguo camino. |
Llegando al fondo del
valle está Picazo, un pueblo abandonado desde los años 60, aunque un par de
vecinos resistieron hasta los 80. Es triste y desolador ver su estado actual, con
casas e iglesia en ruinas. La falta de servicios básicos como luz y agua, así
como escuela y médico hicieron que la gente se marchase. Natalia nos habla de
la prosperidad que tuvo en otros tiempos y Luisa nos cuenta que cultivaban un
zumaque de muy buena calidad que se utilizaba para curtir el cuero y teñir.
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El tronco de un viejo olmo yace junto a la iglesia de Picazo. |
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Luisa nos habla sobre el origen y uso tradicional del zumaque. |
Un breve descanso
mientras algunos se toman un tentempié, Faustino nos canta más jotas, y Carlos
y Enrique nos vuelven a acompañar con música tradicional.
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Impresiona ver los almendros floreciendo tan pronto. |
A la salida, junto a un
almendro, Alejandro nos dice que este árbol fue traído de Oriente e introducido
por los árabes en la Península. Es curioso, porque sus frutos no tienen pulpa.
Las abejas están libando sus flores y tratamos de molestarlas lo menos posible.
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Bajo el almendro, Alejandro nos habla de su historia y peculiaridades. |
Seguimos la marcha. El
sol calienta y nos seguimos despojando de prendas de abrigo. El camino es fácil,
cuesta abajo y con una pendiente muy ligera. En el valle, surcado de fuentes y
arroyos, Natalia nos habla de cultos paganos a las aguas. En unas rocas, Enrique explica cómo hace
millones de años se depositaron arenas, limos y cantos rodados arrastrados por
la corriente de los ríos.
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Enrique nos cuenta sobre las rocas,su edad y origen. |
Un pequeño tramo de
carretera y ya casi llegamos. Arriba a la izquierda vemos “El Covacho de la
Virgen” donde en Gualda cuentan que antaño se apareció la Virgen a unos
pastores. Ya vemos la ermita de la
Purísima de Gualda donde nos espera Ángel Luis, el melero de Gárgoles, para
ofrecernos una degustación. ¡Rico queso fresco con miel y también agua y vino!
¡Qué bien sienta tras la caminata!
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Junto a la ermita de la
Virgen de la Purísima Concepción de Gualda. |
El día está agradable y
muchos nos quedamos a comer en el merendero junto a la ermita. Como siempre, la
comida se ofrece a unos y otros, y esta vez viajan de mesa en mesa ensaladas y
tortillas, así como dulces, fresas y licores.
Anita nos abre la ermita
que visitamos con ella. Hay una preciosa talla de la Virgen que no es la
Inmaculada, a quien está dedicada el templo, sino la Virgen del Amor Hermoso.
También nos sorprende un cuadro que representa el martirio de Santa Catalina, y
que es una reproducción de otro más antiguo que hubo allí.
Dejamos el merendero y la
ermita, y nos vamos al bar a tomar café. Algunos se sientan y se quedan
cantando y tocando, y otros nos vamos con Mariano y Anita a visitar el pueblo
de Gualda.
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Mariano nos habla de su pueblo con un cariño que contagia. |
Luisa nos habla de que
aquí se firmó el Tratado de la Mesta a finales del siglo XIII y que era un
lugar apreciado por los monarcas, sobre todo por la caza, abundante en la zona.
La fuente monumental de
la plaza es de la época de Carlos III y también hay allí un palacete que servía
de descanso al rey en sus estancias en la villa.
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Gualda tiene numerosos rincones de interés. |
Si la ermita donde
comimos nos parecía grande, la iglesia de Gualda es soberbia, y aún le da más
realce el estar situada al final de una escalinata y en lo alto de un cerro. En la plaza, junto al
ayuntamiento y la iglesia, hay un olmo recién plantado que ha sustituido a otro
que murió por la grafiosis.
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El lavadero de Gualda se mantiene en funciones y tiene una gran luminosidad. |
El lavadero de gran
tamaño y a cubierto está recién restaurado. El sobrante del agua va a los
huertos.
De camino al bar
encontramos una calle cuyo nombre nos sorprende: “Calle del Andrajo”. Le
preguntamos a Anita si sabe por qué se llama así y nos dice que no.
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Carlos y Enrique vuelven a animarnos con música tradicional. |
En la terraza del bar nos
unimos a los que se quedaron tocando y cantando. Suenan rabeles, dulzaina,
tambor y castañuelas. Algunas se arrancan a bailar jotas. Pilar nos saca unas
coplas escritas de su puño y letra, que hablan de la marcha, y las cantamos a
coro al ritmo que Enrique nos marca con la armónica, despidiendo la jornada. En este enlace puedes bajarte el PDF de las coplas (69 Kb).