¡Por fin 25 de mayo! Nos vamos a Morillejo para dar comienzo
a la cuarta Jornada de Patrimonio de este año 2019. Tras las curvas llegamos al
pueblo, algunos un poco mareados. En la Plaza Mayor, Emilio, Felipa y Eduardo
nos están preparando un chocolate calentito acompañado de bizcochos que nos
sienta fenomenal con el relente que corre esta mañana. Según vamos llegando,
nos tomamos el desayuno que nos dará fuerza para andar los casi quince
kilómetros que recorreremos hoy.
Ya estamos todos y, tras las presentaciones habituales, comenzamos la visita guiada al pueblo. Morillejo es hoy una pedanía de Trillo en la que apenas viven unos quince vecinos en invierno, pero que llegó a tener más de quinientos.
Su iglesia tiene un retablo y un órgano barrocos. Éste suena todavía y todos los años, en el mes de julio, viene un organista a dar un concierto en el que se considera uno de los órganos singulares de Castilla La Mancha.
A lo lejos vemos una ermita cisterciense que se restauró hace unos años. Es conocida como la ermita de Jerusalén, aunque en antiguos documentos de la iglesia aparece nombrada como de San Juan de Jerusalén.
Salimos del pueblo por un amplio camino que se va
estrechando conforme comenzamos a bajar adentrándonos en el valle. Vamos hacia
la Fuente de la Noguera, cuya agua ha sido siempre muy apreciada por los
morillejanos para beber y cuyo sobrante riega los huertos.
Desde el cruce de abajo, conocido como El Hondo, ascendemos
por el camino hasta llegar a media ladera, y seguimos hasta enlazar con “la
autopista” del agua. El antiguo camino romano que llegaba hasta el puente de
Murel se ha transformado hoy en una pista destartalada con pozos y una conducción
de agua.
Desde lo alto, divisamos el Tajo y un meandro abandonado que
llaman “El pozo redondo” y que sirvió durante muchos años para cultivo. Los
geólogos nos hablan del comportamiento del río y de su erosión para encajarse y
dar lugar a meandros abandonados.
Junto al nuevo azud y los restos del viejo puente romano,
nos hablan del aspecto del río hace medio siglo, un lugar precioso y apacible
con un molino y una barca. Ésta servía para cruzar el Tajo desde un momento
incierto en que el puente quedó inservible, tal vez en el terremoto de Lisboa
en 1755 o tal vez durante la Guerra de la Independencia. El puente fue
importante en época romana y lo siguió siendo a lo largo de la Historia. En el
siglo XVI está documentado en los Repertorios de Caminos que mandó hacer Felipe
II, donde figura como paso para cruzar el caudaloso Tajo para un camino que
unía Valencia con Santiago de Compostela.
Cruzamos el río por el nuevo puente que hizo la
Confederación Hidrográfica hace unos años, para luego retomar el antiguo camino
hacia Sotoca. Ascendemos a lo alto del cerro y desde arriba divisamos el
paisaje donde confluyen el río Tajo y el barranco de El Palomar, que baja desde
Carrascosa, y nos hablan de los límites del Parque Natural Alto Tajo, hoy Geoparque
Mundial del Señorío de Molina y Alto Tajo, declarado recientemente por la
UNESCO.
Hace fresco y sopla el viento, lo cual se agradece, en
especial cuando tomamos la cuesta arriba. El campo está precioso. Alejandro nos
va explicando sobre plantas y no da abasto. ¡Hay tantas ya con flor!
En la otra orilla del río vemos una gravera. Lleva ya ahí
más de cuarenta años y aún continúa extrayendo grava sin contribuir con sus ganancias
al municipio. El río continúa su curso y dejamos de verle en un meandro con un
sinfín de tonalidades de verde en sus orillas. Alejandro nos explica que se
deben a la gran variedad arbórea y nos va identificando los nombres de los
ejemplares más característicos.
Algunos aprovechan la parada para tomar un tentempié, ya que aún nos queda la mitad del camino y bastantes kilómetros, así que enseguida retomamos la andadura.
Cruzamos un valle y encontramos un antiguo pozo con su aljibe
al lado. Los primeros que llegaron a la orilla han visto una serpiente, “un
bastardo”, pues así le llaman en algunas partes de Castilla a la culebra
bastarda. Después, en la comida, Jaume nos mostró las fotos que hizo a otra
culebra que cogió y se le enroscaba en la mano.
Alejandro nos habla de una planta curiosa, Anchusa officinalis, conocida como “chupamieles”, porque el extremo de su flor sabe a ese néctar tan afamado en La Alcarria, y también “boquerón de campo”, ya que sus raíces recuerdan una espina de pescado y podían ser rebozadas y fritas para consumir, en especial con el hambre en la postguerra.
El camino se nos pierde. Un tramo entraba en la finca del abandonado y desdichado Monasterio de Óvila, hoy convertido en finca particular y cuyas viejas piedras fueron vendidas a William Randolph Hearst (el Ciudadano Kane de la película) en 1928. Junto a la valla de la finca nos hablan del litigio que hubo hasta conseguir la recuperación del camino y la obligación de poner puertas que permitan el acceso público (que no era el caso).
Continuamos junto a la finca y un poco más tarde, al pie de la Covacha Isaac, hacemos una pausa para que Enrique nos hable de la toba, una roca calcárea que ya hemos mencionado en otras ocasiones y que en Castilla-La Mancha está incluida en el Catálogo de Elementos Geológicos de Interés Especial, quedando así protegida para su conservación y poder ser estudiada.
El camino sube y baja en varias ocasiones. Huele a romero y
espliego, ¡da gusto! El calor va apretando, aunque no mucho para la época del
año en la que estamos. ¡Ya queda menos! Estamos un poco cansados. Hoy son más
kilómetros y lo notamos. El camino se bifurca y unos se van con Raúl derechos a
Sotoca y otros nos vamos con Luisa y Enrique a ver las tumbas altomedievales.
Están talladas en roca arenisca y algunas son antropomorfas.
Un kilómetro más y ya estamos en Sotoca. Da gusto ver el arroyo y su lavadero, uno de los más bonitos de la provincia, y con verdadera “agua corriente”.
Un autobús espera para llevar a los conductores a Morillejo
a por sus coches, mientras los demás subimos al bar, que está en lo más alto,
junto a la iglesia. Allí nos espera Miguel con su aperitivo de queso y miel,
con limonada y refrescos. ¡Qué bien sienta! ¡Gracias, Miguel!
Nos acomodamos en el bar y vamos sacando las viandas que como siempre compartimos. A los postres no podían faltar las empanadillas de Eduardo, que está vez no son de cabello de ángel sino de dulce de manzana. Hoy es el cumpleaños de Eduardo y le hemos cantado a coro el “Cumpleaños Feliz”. Enrique trae chocolate y consigue dividirlo entre todos los comensales para, con una oncita, ayudarnos a recuperar las calorías perdidas.
Luisa se va con un grupo a visitar Sotoca mientras que Enrique y Raúl se quedan componiendo las coplas sobre la jornada. Hoy no está Pilar Villaverde, nuestra coplera oficial. ¡Cómo la echamos de menos! Las coplas hoy no fluyen como otras veces, pero al final conseguimos componer unas cuantas que cantamos a ritmo de rabel, o como dice Enrique técnicamente, "como rabeladas al estilo del Alto Campoo". En este enlace puedes ver un vídeo que grabó Paquita de esta fase de promoción del canto regional y exaltación de las tradiciones (archivo MP4 de 12 Mb).
Y esto se acaba, los participantes se van marchando poco a poco. Otros, ya de vuelta a nuestro origen, seguimos cantando en Morillejo con algunos mayores que no se han atrevido a ir a Sotoca. Enrique le ha puesto letra a “El Pasacalles de Santos” y quiere compartirla con ellos. Se trata de una composición musical de Santos Hernández, ya fallecido, que fue vecino de Morillejo y miembro de la antigua ronda tradicional de Morillejo, esa ronda que da lugar al apelativo de “rondajos” por el que se conoce a los morillejanos. ¡Muchas gracias, Enrique!
Y ya nos despedimos hasta la próxima jornada de patrimonio, que
será de Canredondo a Huetos el sábado 22 de junio. ¡Nos vemos en un mes! ¡Os
esperamos!
Gracias a Eduardo, Enrique y Jaume por las fotos.
Muchas gracias por echarme de menos. Yo también me acordé mucho de vosotros y vosotras el sábado pasado. Me alegro que lo pasarais bien disfrutando de nuestra tierra y nuestra gente.
ResponderEliminarContamos contigo para la próxima jornada de patrimonio, de Canredondo a Huetos.
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