Luisa y Enrique hacen las presentaciones y nos describen el recorrido, que esta vez ofrece pocas dificultades.
Comenzamos por la Fuente del Parador, situada junto al chiringuito actual, y que antiguamente abastecía al lavadero. El Parador es el nombre que recibía la antigua posada que hay al lado, cruzando la carretera. Junto a la fuente surgieron no pocos noviazgos.
Nos cuentan cómo los chicos acudían a ver la gracia con que las chicas acarreaban cántaros y
botijos, y que, en otros tiempos, la explanada junto a la fuente se utilizaba para celebrar bailes.
El día nos acompaña: sol radiante y temperaturas moderadas. Cruzamos por
el puente medieval sobre el río Cifuentes y, un poco más adelante, junto a la chimenea de una fábrica de papel que se
instaló a finales del siglo XVIII, Pilar nos habla de la historia y algunas
curiosidades de la misma. Pepe, que trabajó en ella más de cuarenta años, no se hace de rogar y se anima amablemente a
contarnos sus vivencias personales.
Después paramos junto al salto de agua que movía la turbina de la fábrica. Serpenteamos entre lo que debieron ser hermosos jardines que rodeaban y adornaban el complejo industrial y que hoy han quedado convertidos en zarzales. Al otro extremo llegamos a lo que llaman El Nacimiento, un pozo de donde sale agua a borbotones, y al lado está la toma de agua que hoy en día abastece al pueblo.
Subimos a Gárgoles y a la entrada nos hablan sobre la Fuente de las Palomas, de bonito nombre pero de la que hoy en día ya no queda nada. Luisa nos dice que las fuentes son como las personas, nacen, viven y mueren. Algunas llegan a ser muy populares y otras caen en el olvido. Unas viven durante muchos años y otras se extinguen enseguida.
A nuestra izquierda, en lo alto, el depósito que actualmente abastece de agua a Gárgoles. Nos
sorprende la iglesia, de gran tamaño, con bolos herrerianos en la torre que le
dan un carácter muy distinguido.
Atravesamos la plaza mayor, donde hubo otra fuente allá por los años
sesenta, pero que tuvo una existencia efímera.
A la salida del pueblo, nos sorprende la ermita de la Soledad y Luisa nos cuenta la historia de sus dos puertas relacionada con el rito de La Procesión del Encuentro que se celebra el Domingo de Resurrección. Ese día se cantaban unas coplas que aún perduran en algunos pueblos de la comarca. Isabel, que es de Ruguilla, se anima y espontáneamente nos canta algunas estrofas de las que cantan en su pueblo.
Saliendo por el antiguo camino de Gárgoles a Ruguilla, llegamos a la Fuente de la Tia Juana. Tiene dos grifos, uno con agua clorada, la misma que se bebe en las casas, y la del otro grifo está captada directamente del manantial del mismo nombre. Luisa nos habla de la tradición del Jueves Lardero, y Pilar nos cuenta que en Gárgoles de Abajo se celebraba yendo a comer o merendar junto a alguna fuente.
Junto al manantial de la Tía Juana que abastece a la fuente, Enrique nos habla de las características del sustrato geológico, de los diferentes tipos de agua que hay en la zona en función del mismo, y de cómo funciona una captación de agua para abastecimiento.
En el cruce del camino de Gárgoles a Ruguilla con el camino de Cifuentes a Trillo, Matilde nos cuenta un triste suceso que derivó en leyenda y que recuerda haber oído cuando era niña.
Junto a la Fuente de las Navas, Fernando nos explica que una nava es una zona con mal drenaje y que por lo tanto tiende a encharcarse, ya sea por la escasa pendiente o por tratarse de una zona endorreica (sin salida natural superficial del agua). Meme, bióloga y natural de Oter, nos cuenta que en lugares como estos se debió cultivar el cáñamo, y que cuando se recogía el cáñamo era costumbre sembrar nabos. ¿Se referirá a estos el nombre de la fuente? Ya puestos, y a propósito del nombre de la fuente, Pilar nos relata una historia inventada por ella sobre una princesa mora.
Ya de vuelta hacia el pueblo, seguimos caminando y, a nuestra izquierda, encontramos la Fuente del Pozuelo. Esta era la más apreciada por los vecinos de Gárgoles, a donde los más mayores iban a tomar el sol y los pequeños a jugar y a coger renacuajos.
Por último, entrando al pueblo, encontramos la Fuente de las Cuatro Calles, a la que hace unos pocos años cambiaron unos metros su ubicación.
No venimos muy cansados, pues el camino ha sido corto, de unos cinco kilómetros. Junto a las cuevas nos esperan Ángel Luis y Miguel con un rico aperitivo de pan tostado con queso y miel. Luis, el padre de Ángel Luis, nos abre su cueva y bajamos a visitar su bodega. Otros vecinos también nos ofrecen aperitivos, a probar su vino y nos abren sus cuevas. Son hospitalarios cien por cien.
Visitamos la cueva de Matilde y Gabriel que nos ofrecen su vino, frutos secos, galletas y rosquillas que han hecho hace poco para la ocasión. Para nuestra sorpresa, Matilde ha escrito hace un rato unas magníficas coplas que relatan la jornada. Sin dudarlo un momento, Enrique coge su instrumento, que esta vez no es el rabel, sino la armónica, y con la música y ritmo de “Clavelitos” cantamos a coro las coplas de Matilde... ¡y sin haber ensayado antes! Puedes bajarte el PDF con la letra en este enlace.
Pilar también nos espera junto a su cueva y nos ofrece unas sardinitas, embutidos, empanadillas recién fritas y el porrón, como es tradición.
Algunos ya se van yendo a comer, mientras otros nos quedamos y en el bar de Gárgoles sacamos nuestras viandas en el patio, que hace sol y se está de maravilla. A los postres, viajan de mesa en mesa el chocolate de Enrique, las empanadillas de cabello de ángel de Luisa y el licor de Eduardo.
Tras los cafés, las jotas no podían faltar, hoy a ritmo de armónica, pues estamos en el patio y Enrique insiste en que el rabel se oye poco al aire libre. Una vez más, Isabel se anima a cantarnos unas coplas, que ganas no le faltan y tiene un buen repertorio.
Poco a poco, el sol se va ocultando y empieza a refrescar. Damos por terminada la
jornada y nos despedimos hasta la próxima, el 25 de marzo en Val de San García.
¡Hasta pronto!
Muchas gracias por las fotos a Eduardo, Enrique, Fernando, Luisa y Miguel Ángel.
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