Próximas actividades

Próximas actividades: Paisajes de Oter (sábado 16 de marzo) y de Huetos (domingo 21 de abril).

05/05/2018

Crónica de la jornada de Canredondo a Oter



Con frío y amenaza de lluvia estamos hoy 28 de abril en Canredondo para dar comienzo a la tercera Jornada de Patrimonio de esta año 2018 que nos llevará hasta Oter.


Magnífico comienzo con un rico desayuno que nos ofrece el Ayuntamiento de Canredondo en el bar: café, chocolate, churros, tostadas… ¡una delicia para el paladar y para entrar en calor!


Hacemos recuento y somos casi noventa. Las jornadas de patrimonio de Cifuentes siguen aumentando su difusión y en esta ocasión participan también personas procedentes de China, Estados Unidos de América, Gran Bretaña e Italia. Enrique y Luisa hacen las presentaciones de rigor y empezamos la visita guiada por el pueblo, acompañados también de varios vecinos y vecinas de la localidad que nos van contando su saber. Por ejemplo, que el propio bar del que acabamos de salir fue el horno del pueblo en otros tiempos. Canredondo fue una villa cerealista por excelencia y su pan era muy apreciado por toda la comarca. Aquí acudían de otros pueblos del entorno, como Morillejo, por ejemplo, de donde venían a cambiar vino y aguardiente por trigo.


Caminamos cuesta arriba por las calles del pueblo camino de la iglesia, que está dedicada a La Visitación, el encuentro de María con su prima Isabel, y cuya fiesta se celebra a primeros de junio. Junto a la iglesia se hallaba la carnicería. En la preparación de esta visita, Luisa de Canredondo le había contado a Luisa, nuestra historiadora, que antiguamente, cuando compraban carne, no pagaban con dinero sino que se usaba “la tarja”, una vara de madera en la que se hacía una muesca indicando la cantidad de carne que cada cual se llevaba y que más tarde pagaba con cereal cuando se recogía la cosecha. También se podía pagar con huevos.


En una pequeña plaza en la que se celebraban corridas de toros, hoy lucen unas pilas y abrevaderos junto al Pozo de la Ermita. Las pilas proceden del antiguo lavadero. Se sacaba agua con cubos de un pozo llamado “Ayuzo” y se llenaban las pilas. La ermita de la Soledad es muy apreciada por los vecinos, que se esmeran en tenerla primorosamente cuidada y con todo detalle.


El Olivo, situado a poniente, era el lugar de encuentro al atardecer de los más mayores. Hoy es el Centro Municipal, un centro social magnífico para uso y disfrute de los vecinos, que por una pequeña cantidad lo alquilan cuando lo necesitan.


En el rollo, junto al juego de pelota, Luisa e Isabel de Canredondo nos cuentan que además del uso característico de este tipo de elementos arquitectónicos, también se empleaba para colgar al Judas y a la Judesa el Sábado de Gloria, en Semana Santa. Y junto al rollo, la noche del 30 de abril, se colocaba “El Mayo”, un tronco de pino alto y derecho que los mozos cortaban y traían a hombros desde el pinar. Después se cantaba casa por casa a las mozas con algunas coplas que las describían con bastante realismo, es decir, resaltado sin miramientos su belleza o su fealdad.


Desde allí nos vamos a La Fuente. En Canredondo todo son pozos, y Enrique nos explica la razón geológica. A esta fuente llega el agua canalizada del llamado “Pozo Beber” con un agua limpia y cristalina. Unas caras decoran el frontal y una curiosa inscripción prohíbe enredar en la fuente bajo multa de quince pesetas.



Junto a la fuente está el Pozo Ayuzo y el lavadero actual. También se lavaba en las balsas, con el agua soleada. Junto a las balsas hay un chopo centenario que hace del lugar un sitio idílico.



De repente nos damos cuenta… ¡Es tardísimo con respecto a la hora prevista para la salida! Pero es que hay tanto para ver… De todas formas, no están previstas muchas paradas en el recorrido, de modo que ganaremos tiempo.


El camino antiguo que nos lleva hacia Oter atraviesa la paramera en línea recta. Esta planicie es el borde occidental de la gran Paramera de Molina, con más de 1150 m de altura y clima extremo que hoy apreciamos en toda su crudeza. A lo largo del camino vemos varias parideras. El ganado y el cereal han sido la principal fuente de riqueza de este pueblo.






Comenzando la bajada, a la izquierda vemos un conjunto interesante de arbustos: enebro común, enebro de la miera, sabina negral y pino carrasco, todos juntos, entrelazados. Parece que se han dispuesto así para facilitar las explicaciones de nuestras biólogas, que también nos cuentan las utilidades de cada uno de ellos. La madera del enebro de la miera servía para obtener un aceite que hacía de desinfectante, una especie de “mercromina”, para las heridas de las caballerías y del ganado, y también para evitar que les entrara la moscarda. Los frutos del enebro común se usan para hacer la ginebra y para aromatizar las carnes. La madera de sabina era muy apreciada porque ahuyenta a los insectos y aguanta muy bien el agua, de ahí que se usase para hacer puertas de acceso a las viviendas y también en las salinas.


El carril y el llano se acaban en La Terrera y serpenteando bajamos por un profundo valle hacia Oter. Romeros y aliagas en flor, espliego, tomillo y ajedrea. Con las plantas aromáticas y la humedad de las lluvias de días anteriores, el campo huele de maravilla.


Paramos junto a unas presas de mampostería que se hacían para sujetar el terreno y retener el sedimento y el agua en las distintas parcelas, a modo de aterrazamientos. Estamos ya en el término de Oter y Meme nos cuenta que, cuando era pequeña, fue allí a ayudar a su padre con la siega. Aquellos pedazos estaban sembrados de cereal y pasaban allí mismo la noche al raso para cortarlo de madrugada, con la fresca, y que así en húmedo no se separe el grano durante el transporte a la era. Ahora no hay nada sembrado, pero han crecido muchas plantas aromáticas: romero, tomillo, ajedrea, espliego y mejorana.


Nos cuentan una historia entrañable sobre la mejorana: San Joaquín y Santa Ana iban por el campo y Ana dijo cogiendo una ramita de una planta: “Qué bien huele esta, Joaquín”. Y Joaquín le dijo, cogiendo otra, “Pues esta huele aún mejor, Ana” y de ahí su nombre, mejorana.


El lugar donde nos encontramos se llama Valdehuevos. Enrique nos hace observar la abundancia de cantos rodados de caliza con el tamaño y la forma de huevos, planteando la posibilidad de que se llame así por eso.


A partir de este valle, entramos en el Parque Natural del Alto Tajo, uno de los más grandes de España y que en Guadalajara protege algunos de los paisajes y bosques más emblemáticos de la provincia.

La Fuente del Camino, seca.
Pablo enredando en el caño.
Camino adelante encontramos una fuente aparentemente seca, pues no mana agua. Sin embargo, enredando en el caño con unos juncos, Eduardo y Pablo consiguen que salga un buen chorro de agua, demostrando que lo de enredar en los caños no siempre es tan malo como planteaba el cartel de aquella fuente en Canredondo...

En pocos minutos se llenó el pilón.


Seguimos caminando, saltando a derecha e izquierda del pequeño arroyo que discurre por el camino, y en un punto que nos ha marcado Meme, toca empezar a subir gradualmente por el pinar de la vertiente izquierda. Serpenteando a media ladera, vemos que aún quedan restos del antiguo camino, con algunos tramos de plataforma empedrada y margina bien conservados. Al final de la subida, llegamos al Collado de Oter, donde nos incorporamos a la carretera que hicieron sobre el camino antiguo en la cuesta abajo. Al fondo nos espera Oter, en un lugar apacible al fondo del valle.



Ya en el pueblo, nos recibe el juego de pelota. Siempre hay uno en cada pueblo de esta comarca, por pequeño que sea. ¿Será parte de la influencia vasconavarra de la repoblación medieval por estos lares?



Junto a la iglesia nos espera Ángel Luis, el mielero de Gárgoles de Abajo. Queso, miel, vino, alajú, patatas fritas. ¡Qué bien sienta todo para refrescarnos al final del recorrido y como aperitivo!

Mientras unos regresan a Canredondo para recoger los coches, otros visitamos la cueva de Meme y preparamos el Centro Social para comer allí. Como siempre, sacamos y repartimos las viandas. Meme nos ha preparado una tortilla hecha con “collejas”, una planta que brota en estas fechas y cuyo sabor recuerda al de las espinacas. A los postres, dulces y licores variados. ¡Imposible probar todos! ¡Vamos a recuperar con creces las calorías perdidas en la marcha! Pero es un placer irresistible.


Algunos nos vamos a visitar el pueblo. Junto a la iglesia hay una campana en el suelo, a modo de escultura y homenaje. Es una campana ya anciana y jubilada, colocada con todos los honores encima de un pequeño podio. La iglesia, pequeña y coqueta, está dedicada a San Mateo, y no a San Matías como erróneamente dice el cartel que hay junto a la puerta. Su pila bautismal con garras de león es curiosa. También tiene órgano, aunque ya dejó de sonar hace muchos años.



De ahí vamos a la Fuente y al Lavadero. El agua sale a raudales y el perro de Meme se da un baño con la consiguiente regañina de su dueña. Meme nos hace una demostración de cómo se lavaba en el lavadero, usando un trozo de jabón casero. Una joven nos cuenta cómo se hacía lo que llamaban “la colada”, con un tinillo, que es un recipiente de cerámica donde se metía la ropa blanca ya lavada, y en cuya boca se colocaba un lienzo sobre el que se echaba ceniza de la más blanca y fina, y sobre la que se vertía agua para "colarla" según disolvía la ceniza, resultando un líquido equivalente de la lejía. La ropa se dejaba reposar varias horas en el tinillo con el líquido y luego se aclaraba. El proceso es el origen de lo que llamamos “hacer la colada”, que por extensión ha pasado a significar simplemente el hecho de lavar la ropa.


De vuelta al Centro Social, encontramos a nuestros copleros y músicos ya preparados. Pilar traía ya unas coplas magníficas, sobre las que ha trabajado después con Raúl y Enrique, que estaban hoy muy inspirados, para añadir otras cuantas estrofas. Y como tantas otras veces, las hemos cantado a ritmo de rabeladas. Un bonito broche para acabar la jornada. Puedes bajarte el PDF (80 Kb) con las coplas en este enlace.

Tras las despedidas, algunos hemos vuelto a Canredondo para ver lo que no nos había dado tiempo esta mañana. Desde aquí os invitamos a volver para que lo veáis también. El llamado “Pozo Beber”, de donde se sacaba el agua para el consumo humano; la Calle de Los Conformes, de curioso nombre y con uno de los pozos de los que hay en cada barrio del pueblo, de donde se sacaba el agua para las gallinas y para fregar; y por último, las balsas junto al chopo centenario, hacia donde nos dirigimos en un paseo delicioso al caer la tarde.


Nos despedimos hasta la próxima jornada, que será el 26 de mayo, de Morillejo a Carrascosa. Muchas gracias a todas y cada una de las personas que han contribuido a que estas Jornadas sean un auténtico placer y un pozo de aprendizaje para todos.

¡Hasta pronto!

Muchas gracias por las fotos a Eduardo, Enrique, Inés, José Luis, Luisa y Maripaz. Nuestro agradecimiento a los vecinos y vecinas de Canredondo (Luisa, Isabel, Juan Luis y su padre Carlos...) y de Oter (Meme y Tito), y a todas las personas que hicieron posible esta jornada de patrimonio: José Luis y Marco por parte del Ayuntamiento de Cifuentes, Luisa desde la Oficina de Turismo, Enrique, Fernando y Raúl por las explicaciones... Agradecimientos también al Ayuntamiento de Canredondo y en especial a la alcaldesa Mari Carmen, que nos contó cosas del pueblo y se encargó de que nos ofrecieran el desayuno en el bar y que nos abrieran la iglesia, el centro y la ermita. También a Ángel Luis, por la miel, el vino y el queso, y a Isabel de Toro, que siempre nos canta coplas y nos cuenta sobre los usos de las plantas. Agradecemos a toda la gente que se nos haya olvidado nombrar, y a todos los participantes que hacen de cada jornada una experiencia enriquecedora y única, con su interés y motivación.

No hay comentarios:

Publicar un comentario