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Próximas actividades: Paisajes de Huetos (domingo 21 de abril) y paisajes de Moranchel (sábado 25 de mayo).

02/03/2019

Crónica de la jornada de Henche a Gárgoles de Abajo



¡Por fin 23 de febrero! Estábamos ansiosos esperando esta fecha para que dieran comienzo de nuevo las Jornadas de Patrimonio en Cifuentes. Y es que, desde octubre del año pasado que recorrimos la Ruta de la Lana, ya han pasado cuatro meses.

Henche, desde el camino a Gárgoles de Arriba, que no es por el que fuimos...
Comenzamos en un día alegre, que parece de primavera, pues aunque hacía frío a primera hora de la mañana, el sol va levantando y promete dar calor. En la plaza de Henche encontramos un cartel en el que, con una flecha, nos indican que vayamos yendo hacia el bar de la localidad. Allí Adriana nos está preparando unos “gogosis” riquísimos y un delicioso café. ¡Todo un detalle por parte del Ayuntamiento esta invitación a desayunar!

Pocos de los participantes madrugadores pudieron resistirse a esta agradable bienvenida.
Reconfortados, nos reunimos en la plaza, donde Luisa comienza las presentaciones de la actividad. Hoy hay muchos participantes. Más de cien, dicen algunos, aunque saliendo de Henche, Eduardo y Fernando contaron... ¡más de 130!

Luisa presenta a los colaboradores habituales (Enrique, Alejandro, Raúl, Fernando, Natalia…) y se olvida de Eduardo, su marido, que colabora en la logística y también es un excelente fotógrafo y repostero que nos alegra siempre el final de la jornada (es quien nos hace las empanadillas de cabello de ángel y los afamados licores de Morillejo).

José Luis y Ángel, alcaldes respectivamente de Cifuentes y Henche, nos van a acompañar toda la jornada con los vehículos de protección civil y luego, al final de la actividad, llevarán a los conductores a recoger sus coches.También están Marco, concejal de Cifuentes, y Nieves, concejala de Henche quien con unos cuantos vecinos de la localidad nos guiarán en la visita al pueblo. Narciso, vecino de Henche ya octogenario, también nos acompaña.

Iglesia de Henche.
En la visita inicial nos asombra la iglesia, con una portada de arco apuntado, de estilo gótico, que debió hacerse en el siglo XIII. En el interior hay una pila muy curiosa y bonita para santiguarse, en la que podemos apreciar concreciones calcáreas marcando el borde del agua, y lo mejor de todo: la cúpula octogonal de artesonado mudéjar, que es una maravilla, parecida a la de la iglesia de Armallones.

Seguimos por calles estrechas que serpentean, suben, bajan y se retuercen. Algunas de las casas nos muestran su estructura de adobe. Nieves recuerda, de cuando era pequeña, lo que gozaba pisando la pasta de arcilla arenosa y paja para preparar la masa que luego será el adobe.

A las afueras de Henche nos sorprende una gran casa de ladrillo con varios ventanales cegados que ya figura en un plano del pueblo de 1906. Natalia nos dice que Celia, la actual dueña del edificio, le contó que su abuelo se fue a lo que se llamaba “hacer las Américas”, volvió con unos ahorros y se construyó esta “Casa de Postas”.

Vamos bajando hacia la fuente y a nuestra derecha nos sorprende una reguera con pequeñas piletas de vez en cuando. Nos cuentan los vecinos que ahí es donde lavaban y también fregaban los cacharros las vecinas de la calle. En Henche nunca hubo lavadero, se lavaba ahí o en arroyo del barranco.

Sacada de su contexto, una noria nos recuerda cómo era su funcionamiento.
En el parque, una noria que hoy luce como pieza de museo, subió en otro tiempo el agua del barranco para acercarla a los vecinos, según nos dice Ángel.

La Fuente Vieja abasteció a la población de Henche antes de que llegara el agua corriente a las casas.
Nos detenemos junto a la Fuente Vieja, con pileta para las personas y pilón para los animales. Enrique nos habla de la procedencia y calidad del agua, con bastante cal, y Luisa nos habla de los usos del agua y las fuentes relacionados con diversas tradiciones y creencias, en especial relacionadas con la fertilidad.

Aquí hay algo que no cuadra...
Cruzamos el barranco por un puente medieval en apariencia, aunque pudo ser romano en origen. Nos sorprenden los viejos chopos del río, de los que Alberto nos explica cómo consiguen sobrevivir y porqué tienen esa forma tan peculiar, fruto de su aprovechamiento para obtener ramas rectas y largas que sirvan para envigados.

Parada en los conglomerados, a la salida de Henche.
Salimos del pueblo cuesta arriba, por el viejo camino zigzagueante y empedrado en algunos tramos. A mitad del camino, Enrique y Raúl nos hablan de los diferentes tipos de rocas que vemos en la subida, y Alejandro sobre el paisaje que vemos abajo a lo lejos: la llanura aluvial que se inunda periódicamente, dando lugar a fértiles valles donde abundaban las huertas.

Al llegar al alto, el camino es una agradable senda.
Ya en el alto, apreciamos que el camino desaparece comido por los cultivos. Los caminos de herradura se van abandonando por otros más cómodos en los que podemos ir en coche, y al final se pierden. Tan sólo vemos un campo labrado, pero sabemos por mapas antiguos que el camino atravesaba este sembrado.

Natalia nos cuenta sobre la gayuba y sus usos.
El sendero se estrecha y entre la vegetación caminamos en fila india. Natalia nos pide que nos detengamos un momento para que nos fijemos en la gayuba, una planta rastrera a la que en muchos lugares llaman “alfombra de monte” por su forma de extenderse. Alejandro nos explica más cosas sobre sus características y propiedades medicinales. Natalia nos habla de las curanderas y parteras. Aquellas mujeres que poseían el conocimiento de las plantas y actuaban como boticarias y médicas.
El camino está aterraplanado y nos cuentan un poco más sobre aquel ferrocarril que nunca llegó ni a Henche ni a los pueblos de la Alcarria. ¡Otro gallo cantaría si se hubiera hecho! Puede que no existiera la despoblación actual…

Enrique y Raúl nos cuentan la geología del entorno.
Más adelante hay una parada geológica en la que Enrique y Raúl nos hablan de la formación de la Alcarria y de cómo era el paisaje hace millones de años. ¡Ahí es nada!

Alejandro explica la vegetación y sus porqués.
Atravesamos un hermoso quejigar, o más bien robledal, como lo llaman aquí. Por el camino, Enrique nos muestra varios tipos de agallas en los árboles y en el rosal silvestre, explicando el origen de estos interesantes “tumores” que generan las plantas entorno a los insectos invasores.

Por el camino disfrutamos de un fantástico quejigar. ¿O era un robledal?
Patrimonio natural y tecnología.
El camino es más llano ahora. A lo lejos, vemos las Tetas de Viana y alineadas con su “canalillo” están las torres de la Central Nuclear de Trillo. Más de uno quiere ver cierto erotismo en el paisaje…

A la sombre de la encina, Enrique nos habla sobre la necesidad de inventariar los árboles singulares.
Desde el Pozo de los Enamorados vemos la Fuente del Judío.
La comitiva se aproxima a Gárgoles de Abajo en procesión.
En la bajada hacia el río vemos la toba calcárea que se depositó aquí hace miles de años.
Ya se ve nuestro pueblo de destino. Nos detenemos para observar la toba, que es el tipo de roca en la que están excavadas las cuevas de Gárgoles que vamos a ver ahora. La toba se forma cuando el carbonato cálcico que hay en el agua precipita sobre las plantas del cauce fluvial. Aquí se formó hace muchos años, pero se sigue formando hoy en día en otros sitios: cascada de Cívica, Aguaspeña de Checa... ¡Uf, se puede formar también sobre la basura que tiramos! Dentro de lo malo, será algo bueno para los estudios arqueológicos del futuro, ya que hay objetos que se pueden conservar dentro de la toba.

Matilde y Raquel nos traen unas patatas asdas para chuparse los dedos...
...y nada mejor que regarlas con el fabuloso vino de Gabriel.

Cruzamos con cuidado la carretera, un pequeño repecho y ya nos esperan Gabriel y Matilde a la entrada de su cueva. Abrir la cueva es más que abrir su casa, es abrir también su corazón. ¡Y también nos ofrecen su vino! Matilde y su hija Raquel llegan cargadas con una espuerta de patatas asadas calentitas, recién sacadas de la estufa. ¡Deliciosas! Estamos muy a gusto, pero nos tenemos que marchar. 


A la puerta de su cueva, Ángel Luis ofrece una cata de sus productos...
...y un excelente aperitivo bien regado para calmar hambre y sed.
Nos esperan Miguel y Ángel Luis con su degustación de queso, miel y aceite de estas tierras alcarreñas. ¡Otra cueva abierta! ¡Qué bien! Hoy las cuevas se utilizan como bodegas pero nos cuentan que, a finales del siglo pasado, unas cuantas se utilizaron para cultivar champiñón.

Buenos momentos compartidos en buena compañía.
José Luis y Ángel hacen viajes llevando a los conductores a Henche para recoger los coches. Más de uno tiene allí su comida. Los demás nos vamos al bar, donde Almudena y Jesús nos han preparado unas mesas en el patio para que podamos comer a gusto y así lo hacemos. Tortillas variadas, entre las que no falta la de Pilar que desde hace unos años lleva el título de “tortilla de patrimonio”, chorizos, empanadas, ensaladas y demás viandas regadas con vino, cerveza y refrescos. Con la sed que traíamos y el hambre acumulada, ¡qué bien sienta todo después de la caminata!

A los postres desfilan el bizcocho de Isabel y las empanadillas de Eduardo. El licor de Morillejo nos pone a tono para componer, o mejor dicho recomponer, unas coplas. Pilar nos trae ya una plantilla coplera, y entre unos y otros las escribimos.

Un grupo grande nos vamos con Luisa y Pilar, la bibliotecaria de Gárgoles de Abajo, a recorrer el pueblo. Matilde y Raquel nos esperan en la iglesia, que nos sorprende por su torre y su tamaño. ¡Señorial, su portada manierista! Al interior poco queda del esplendor de otros tiempos. Vemos parte de su retablo y su órgano en unas fotos que nos trae Luisa, porque en la guerra destruyeron casi todo. Sin embargo, cuando siempre se habla de patrimonio que desaparece, en este caso, ha sido lo contrario. Alguien escondió y custodió dos tablas del retablo durante la contienda y hoy en día lucen de nuevo en la iglesia aunque su emplazamiento ya no sea el mismo. El altar mayor que vemos lo trajeron de Torrecilla del Ducado después de la guerra, y fue restaurado.

Recorremos la plaza mayor hablando de historia y de arquitectura popular. Seguimos calle arriba hacia la ermita de la Soledad. Luisa nos habla de su tipología hecha a propósito con dos puertas para celebrar la procesión del Encuentro el Domingo de Resurrección. Mari Val, una jóven gargoleña, nos invita a acudir allí la tarde-noche del Viernes Santo para que escuchemos cantar a los hombres, que lo hacen con un gran sentimiento e impresiona.

Calle abajo, de nuevo hacia el río Cifuentes, vemos la Fuente de los Ocho Caños, cruzamos por el puentecillo de lomo de asno y seguimos hasta la fábrica de papel. Pilar nos habla de su origen y de su uso hasta los años ochenta. Recuerda con nostalgia que allí se aficionó a leer siendo aún muy pequeña. Su tío, que trabajaba allí, le dejaba que bajase a leer cuentos que luego se reciclarían para hacer la pasta de papel. Sería estupendo si se pudiera hacer un museo en la fábrica, como se ha hecho en otros lugares.

Raúl nos lee las coplas antes de cantarlas al son de las rabeladas.
De vuelta al bar, nos espera el grupo de rabelistas, compositores y cantantes que ya tienen las coplas listas. Puedes bajarte el PDF y verlas en este enlace. Raúl recita las coplas y acto seguido las cantamos a coro al ritmo de los instrumentos.

Y colorín colorado, esta crónica se ha acabado. Nos veremos justo dentro de un mes, el 23 de marzo, que iremos de Trillo a Sotoca y luego a Ruguilla. ¡Os esperamos!

¡Muchas gracias a Eduardo, Fernando y Luisa por las fotos!

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