“En junio, beber y sudar, y el fresco buscar”, dice el
refrán. El sábado 27 de junio mirábamos al cielo desde Val de San García
buscando alguna nube que nos diera alguna esperanza. Nos esperaba un día de
mucho calor.
A las nueve en punto comenzamos la visita guiada en el
lavadero, con algo inusual y muy especial en un pueblo tan pequeño: una
exposición de arte. “Construido en 1965 día de San Isidro” dice a su entrada
una inscripción grabada en el cemento. El lavadero lleva vacío desde hace una
treintena de años, desde que la gente emigró, y desde que los vecinos que
quedaron empezaron a disponer de agua corriente en sus casas. Hoy, el lavadero
está vacío, vacío de mujeres, vacío de ropa que lavar, incluso vacío de agua.
El caño ya no mana y no recuerdan desde cuándo. Pero este fin de semana (26 a
28 de junio) eso no es ningún problema. El lavadero abre sus puertas para
convertirse en un pequeño centro de arte donde expone Laura Carrascosa, una
artista descendiente de la localidad que nos ofrece su obra gráfica que ha
titulado “Vacío”. Laura nos recibió personalmente y nos habló de su obra. Todo
un lujo.
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Laura Carrasco nos muestra su obra "Vacío". |
Va llegando más gente y se van uniendo a nosotros en el
recorrido por las calles de Val de San García. No hay duda. Este es un pueblo
de artistas: los sillares de piedras grabadas, las fachadas decoradas con
dibujos a finales del siglo XIX por Lorenzo Vicente, albañil de profesión y todo
un artista. Su bisnieta, Asunción Vicente, también hoy nos regala preciosos
murales en las paredes de su pueblo, Moranchel, de los que ya hablamos en la primera jornada de este año.
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Una breve introducción, avisos generales... ¡y en marcha! |
Pasadas las 9:30 se nos unen los últimos grupos recién
llegados de Cifuentes y comienzan las presentaciones y explicaciones en la
plaza. Hay que prepararse para un día de calor y salir cuanto antes, así que
nos untamos de crema protectora, calamos gorros, acomodamos mochilas,
aseguramos bastones, y empieza la marcha. Felipe se sorprende de que no hayamos
escogido el camino que sube a las Zamarrillas y lleva directo al Raso y a
Ruguilla. Bueno, sí, es menos distancia, pero también sería más cansado, con
más subida, y queríamos pasar por otros sitios de interés…
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Val de San García va quedando atrás según bajamos por La
Veguilla.
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Siguiendo por el Camino del Junco o del barranco Hondo,
pasamos junto a la Fuente de la Ventanilla. Todavía tiene agua recién comenzado
el verano, y parece bien conservada, aunque le vendría bien una limpieza y
mantenimiento. Quizá sea una labor para el Colectivo 100 Fuentes, o para los
propios del Val, ya conocidos por sus jornadas hacenderas de trabajo
comunitario.
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Felipe cuenta su experiencia durante el incendio del año 2000. |
A la altura de Los Corrales, Alejandro nos cuenta sobre el
incendio que asoló esta zona el 31 de agosto del año 2000, propagándose
rápidamente desde Cifuentes, y que dejó el monte reducido a pura ceniza, tal
como podemos ver en la imagen de satélite de 2004 que se ha traído. Felipe lo
vivió de cerca y nos cuenta cómo se salvó el pueblo por muy poco, gracias a que
el viento fue cambiando de dirección por la tarde y noche de ese día, propagándose
hacia el este y luego hacia el sur hasta casi llegar a la carretera de
Canredondo. Pudimos comprobar cómo en estos 15 años se ha ido recuperando la
vegetación, pero también que la sabina no rebrota de cepa como sí lo han hecho
encinas y enebros.
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El Puente del Tío Maletas es una referencia clásica del acervo cultural local. |
Llegados a la carretera se nos une “Santi” (Fernando) y
cruzamos con cuidado para tomar lo que queda del trazado de la antigua
“Carretera a Mazarete” que seguía el fondo del barranco haciendo los meandros. Al
poco, Felipe nos indica que nos asomemos a la izquierda para poder ver el
conocido como “Puente del Tío Maletas”, un pequeño arco que servía de
alcantarilla para la antigua carretera, y nos cuenta la historia que hay
detrás: una mula que se desboca, el equipaje queda desparramado por el fondo
del barranco, y el viajante tiene que ir a Cifuentes a pedir ayuda, para desde
entonces ya ser conocido con el mote, y el puentecillo gana su referencia. No
debió ser hace mucho (quizá en los años 40 o 50 del siglo pasado), pues tanto
Felipe como Fernando recuerdan oír contar el suceso de niños, pues la noticia
se propagó entre los pueblos de la zona.
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¡Cuidado con la cabeza! |
Como la nueva carretera acorta curvas, corta los meandros del
barranco y de la antigua carretera. Pero para nuestro deleite, los túneles
construidos para el drenaje del barranco son fácilmente transitables y nos permite
echarnos unas risas y recibir algún que otro chichón.
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Aprovechando la poca sombra durante la parada. |
Dejamos el barranco y remontamos gradualmente la margen
izquierda por la antigua senda. El calor ya arrecia con ganas, y hacemos una
parada apelotonándonos los 35 a la sombra de unas encinas para descansar, beber
agua y escuchar las explicaciones de Enrique sobre el cambio brusco en las
rocas y el paisaje. Al parecer, dejamos atrás las calizas del Cretácico de la
Cordillera Ibérica y entramos en los conglomerados del borde de la cuenca
sedimentaria del Tajo. ¡Vaya, quién lo diría! Lo que no hay duda es que ya
vemos la Alcarria al oeste y las Tetas de Viana al sur. Natalia nos saca del
abotargamiento geológico y nos explica la importancia del acervo cultural
acumulado en la zona tras siglos de aprovechamiento de los recursos locales y
desarrollo de esa idiosincrasia propia adaptada al entorno. No hay duda de que
el calor nos está afectando gravemente…
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Este tramo del antiguo camino nos dejó enamorados. |
El descenso hacia el barranco de La Calera es interesante,
pues aprovecha el antiguo camino de herradura en zig-zag, con margina bien
marcada, algunos tramos con relleno de mampuestos, y un tramo en que la roca
del sustrato muestra el desgaste de los siglos de uso. Merecería la pena recuperar
este tramo del camino, aunque sólo sea por no desaprovechar lo que aún queda,
que es mucho. Ahí queda la propuesta para un futuro que esperamos ni muy
lejano.
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¡Quién diría que esto eran huertas hace 60 años! |
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Pero la foto aérea del "vuelo americano" no engaña. |
La antigua vega cultivada que apreciamos en la foto de los
años 50, hoy está cubierta de romero y aliaga, también bálago y tomillo. ¡Qué
rápido tiende la naturaleza a recuperar su dominio! Pero es lo que mejor
adaptado está al clima local y este calor ya veraniego… Menos mal que Teresa ha llegado con el
vehículo de apoyo y nos espera en el cruce de caminos con agua bien fresquita. ¡Todo
un lujo!
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¡Menos mal que Teresa nos trajo agua fresca justo antes del repecho! |
El repecho hasta la Fuente de Valdeotané se hace rogar con
este calor, pero merece la pena llegar por la vista. La sierra a la izquierda y
el páramo de Villaescusa detrás de Las Tetas. Mira que dan juego estos dos relieves
para hacer chistes fáciles… La fuente nos ve pasar de largo, pues está llena de
abejas y avispas que buscan ávidas el escaso líquido elemento. Y es que “hase
una caló” que cualquiera para aquí. ¡Ni una mísera sombra! Continuamos algo más
adelante y en la curva otra vez nos apelotonamos a la sombra de unas encinas
mientras Enrique nos suelta el rollo geológico. ¡Hay que ver lo que dan de sí
esas tobas calcáreas! ¡Si es que en todas las jornadas nos suelta un rollo
parecido! Bueno, algún poso va quedando…
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Máximo aprovechamiento de la mínima sombra. |
Cruzamos la carretera que baja a Ruguilla para ir directos
por El Raso hacia el barranco de La Noguerilla. Un bello paraje, que aún más
debió serlo cuando estaba en pleno aprovechamiento agrosilvopastoral hace unas
décadas. Ya hemos enlazado con el camino que habían propuesto Felipe y Fernando,
y que nos lleva directos al destino, aunque sin poder evitar una breve parada
en los restos neolíticos (¿o son medievales?) del llano del Cerro de las
Covachas. ¡Cuánta historia tiene Ruguilla!
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Cruzando el Barranco de la Noguerilla. De toba a toba, y tiro porque me toba. |
Fernando nos cuenta sobre los restos de construcciones y
parideras en los abrigos del escarpe de las tobas según llegamos a Ruguilla, y
nos lleva a la izquierda (en lugar de bajar directos) para poder apreciar una
bella panorámica del pueblo. Unas fotos más, y de cabeza a la barbacana de la
iglesia, donde Carmen y Lauri nos han preparado un recibimiento con refrescos y
aperitivo. ¡Qué gozada! A la sombra, fresquito… Hay cosas que no se pueden pagar
con dinero, y entre ellas está una buena acogida y un recibimiento con tanto
cariño y dedicación como éste.
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Tamaño recibimiento es digno de mención. |
Damos cuenta del ofrecimiento y tiramos para el bar, que se
nos ha abierto el apetito. Como siempre, compartimos viandas, y al acabar, Eduardo
saca su licor de pasas e Isabel nos ofrece un alajú de cosecha propia que está
para chuparse los dedos, nunca mejor dicho. Y como no, Pilar apaña sus coplas,
Enrique saca su rabel, y una vez más tenemos al cuarteto coplero desbocado y contándonos
su versión de la jornada. Os dejamos aquí la letra.
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No solemos pasar de la fase amistosa y de cánticos... |
Pero no acaba ahí la cosa. Un grupo sale para visitar la bodega de Lauri, y ya si eso probar los
vinos locales, mientras otro grupo sale con Luisa para hacer la visita guiada por
Ruguilla, que curiosamente termina en la bodega de Isabel, y mira tú por dónde, también probando sus vinos. Si es queeeee... venir a
Ruguilla y no hacerlo (...lo de probar sus vinos) se puede considerar pecado.
En fin. La jornada de caminos que unen pueblos, quinta y
última del año, acaba lentamente, con al calor arreciando, y todos deseando
volvernos a encontrar en otra ocasión similar. Aún tenemos que concretar el
programa del otoño y de 2016, así que estad atentos a lo que se nos venga
encima. Seguiremos informando.
¡Gracias a Carlos, Eduardo, Enrique, Fernando y Pilar
por las fotos!
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