01/03/2020

Crónica de la jornada de Castilmimbre a Gualda por Picazo




Hoy, sábado 22 de febrero, ha amanecido con helada. En Cifuentes tenemos cuatro grados bajo cero. No se ven nubes. Está previsto que nos haga un día soleado. En Gualda nos vamos encontrando viejos amigos y conocidos de otras Jornadas de Patrimonio. También hay gente nueva. Hoy comenzamos la primera jornada de este año. Nos espera un autobús que nos llevará a todos hasta Castilmimbre.

Una hora más tarde llegamos a Castilmimbre. Nos bajamos del autocar y calle abajo entramos en el bar, donde Nati nos ha preparado un estupendo desayuno por gentileza de la alcaldía de la pequeña localidad. ¡Qué bien sientan esos dulces y ese café calentito que nos ayuda a combatir el frío! ¡Muchas gracias a los anfitriones!

Enrique y Luisa hacen las presentaciones de rigor y rápidamente comenzamos la visita guiada al pueblo. Cerca de la picota, nos están esperando Raúl, su alcalde pedáneo, y una veintena de vecinos que nos dan la bienvenida. Luisa nos habla de la picota, del uso tradicional de la misma y de otros rituales religiosos que allí se siguen celebrando y que provienen de ancestrales ritos de fertilidad.

En el patio de entrada a la iglesia de Castilmimbre.
Ascendemos hasta la iglesia del pueblo, desde cuya barbacana se tienen unas vistas espectaculares. Enrique nos habla de las rocas con las que se ha construido el edificio. En el interior vemos la pila bautismal a los pies, en el baptisterio. La iglesia es de una sola nave con una única capilla a la izquierda. Parece faltarle otra a la derecha para ser de cruz latina. Está dedicada a la Virgen de la Asunción, de la que tienen una bonita talla que sobrevivió a la guerra civil, aunque no el retablo, que fue destruido. Para los de Castilmimbre ésta es su “Virgen del Castillo”, y así denominan también a su pueblo: Castillo.

Descendemos ligeramente hacia la ronda de solana, una calle desde la que vemos el valle donde antaño se cultivaba mimbre. Las casas del pueblo se escalonan en la cumbre del cerro y hacemos parada en una gran roca donde Enrique nos explica de qué está hecha la cima, su origen y cómo se formó el relieve circundante.

Junto a la fuente llegan las últimas explicaciones sobre Castilmimbre.
Desde la fuente vemos al fondo la plaza Mayor, con su ayuntamiento y su antigua cárcel. La fuente es curiosa, escalonada, ideal para que el agua se decante. En la parte más baja está el lavadero con sus dos pilas.

Antes de emprender el camino, Faustino nos canta unas jotas. En Castilmimbre ya están acostumbrados a sus arranques, incluso algo hastiados, pero a nosotros nos ha encantado el detalle y se lo agradecemos. Cuesta abajo, empezamos el camino, acompañados de música tradicional que nos ofrecen Carlos con la dulzaina y Enrique con el tambor.

Carlos y Enrique animan el paso del grupo con música tradicional.
En la bajada hay otra fuente con su abrevadero y otro lavadero. Nos hablan de la importancia del agua y de su aprovechamiento. No se desperdiciaba ni una gota. El sobrante iba a los huertos. Un escrito grabado en cemento advierte de la multa de dos pesetas a aquel que enturbie el agua.

Fuente, abrevadero y lavadero: tres en uno al servicio de todos.
El grupo llega al fondo del Barranco de Valdurón.
Tras un tramo por la vega del valle, toca ir cuesta arriba hasta que lleguemos al llano de la Alcarria, donde está el cruce con la cañada. El sol empieza a calentar y nos empezamos a quitar forros y sudaderas. Caminamos a buen ritmo charlando con unos y otros.

El buen tiempo anima a disfrutar.
 

En la cañada, nos explican sobre la trashumancia y que ésta es la Cañada Real Soriana Oriental, que une las sierras del norte de Soria (Sierra de Cameros) con las del norte de Sevilla (Sierra Morena), y por donde iban los grandes rebaños de ovejas hasta hace unas décadas.

El interfluvio entre las cuencas fluviales del Tajo y del Tajuña es peculiar.
Enrique nos explica que estamos en el interfluvio o divisoria entre las cuencas hidrográficas de los ríos Tajuña y Tajo, con diferente pendiente en cada vertiente, y Alejandro nos habla sobre la vegetación del entorno.

La bajada del páramo a Picazo tiene algunos tramos muy bonitos.
A partir de aquí comienza una fuerte bajada. Quien no se atreva puede montarse en el vehículo escoba del Ayuntamiento de Cifuentes. La senda está muy erosionada, hay muchos cantos sueltos y las motos han dejado un profundo surco que hace que el camino sea aún más dificultoso.

El descenso es algo empinado y más de una persona se resbaló.
En un tramo del descenso a Picazo aún se conserva la plataforma del antiguo camino.
Llegando al fondo del valle está Picazo, un pueblo abandonado desde los años 60, aunque un par de vecinos resistieron hasta los 80. Es triste y desolador ver su estado actual, con casas e iglesia en ruinas. La falta de servicios básicos como luz y agua, así como escuela y médico hicieron que la gente se marchase. Natalia nos habla de la prosperidad que tuvo en otros tiempos y Luisa nos cuenta que cultivaban un zumaque de muy buena calidad que se utilizaba para curtir el cuero y teñir.

El tronco de un viejo olmo yace junto a la iglesia de Picazo.
Luisa nos habla sobre el origen y uso tradicional del zumaque.
Un breve descanso mientras algunos se toman un tentempié, Faustino nos canta más jotas, y Carlos y Enrique nos vuelven a acompañar con música tradicional.

Impresiona ver los almendros floreciendo tan pronto.
A la salida, junto a un almendro, Alejandro nos dice que este árbol fue traído de Oriente e introducido por los árabes en la Península. Es curioso, porque sus frutos no tienen pulpa. Las abejas están libando sus flores y tratamos de molestarlas lo menos posible.

Bajo el almendro, Alejandro nos habla de su historia y peculiaridades.
Seguimos la marcha. El sol calienta y nos seguimos despojando de prendas de abrigo. El camino es fácil, cuesta abajo y con una pendiente muy ligera. En el valle, surcado de fuentes y arroyos, Natalia nos habla de cultos paganos a las aguas. En unas rocas, Enrique explica cómo hace millones de años se depositaron arenas, limos y cantos rodados arrastrados por la corriente de los ríos.

Enrique nos cuenta sobre las rocas,su edad y origen.
Un pequeño tramo de carretera y ya casi llegamos. Arriba a la izquierda vemos “El Covacho de la Virgen” donde en Gualda cuentan que antaño se apareció la Virgen a unos pastores. Ya vemos la ermita de la Purísima de Gualda donde nos espera Ángel Luis, el melero de Gárgoles, para ofrecernos una degustación. ¡Rico queso fresco con miel y también agua y vino! ¡Qué bien sienta tras la caminata!

Junto a la ermita de la Virgen de la Purísima Concepción de Gualda.
El día está agradable y muchos nos quedamos a comer en el merendero junto a la ermita. Como siempre, la comida se ofrece a unos y otros, y esta vez viajan de mesa en mesa ensaladas y tortillas, así como dulces, fresas y licores.

Anita nos abre la ermita que visitamos con ella. Hay una preciosa talla de la Virgen que no es la Inmaculada, a quien está dedicada el templo, sino la Virgen del Amor Hermoso. También nos sorprende un cuadro que representa el martirio de Santa Catalina, y que es una reproducción de otro más antiguo que hubo allí.

Dejamos el merendero y la ermita, y nos vamos al bar a tomar café. Algunos se sientan y se quedan cantando y tocando, y otros nos vamos con Mariano y Anita a visitar el pueblo de Gualda.

Mariano nos habla de su pueblo con un cariño que contagia.
Luisa nos habla de que aquí se firmó el Tratado de la Mesta a finales del siglo XIII y que era un lugar apreciado por los monarcas, sobre todo por la caza, abundante en la zona.

La fuente monumental de la plaza es de la época de Carlos III y también hay allí un palacete que servía de descanso al rey en sus estancias en la villa.

Gualda tiene numerosos rincones de interés.
Si la ermita donde comimos nos parecía grande, la iglesia de Gualda es soberbia, y aún le da más realce el estar situada al final de una escalinata y en lo alto de un cerro. En la plaza, junto al ayuntamiento y la iglesia, hay un olmo recién plantado que ha sustituido a otro que murió por la grafiosis.

El lavadero de Gualda se mantiene en funciones y tiene una gran luminosidad.
El lavadero de gran tamaño y a cubierto está recién restaurado. El sobrante del agua va a los huertos.

De camino al bar encontramos una calle cuyo nombre nos sorprende: “Calle del Andrajo”. Le preguntamos a Anita si sabe por qué se llama así y nos dice que no.

Carlos y Enrique vuelven a animarnos con música tradicional.
En la terraza del bar nos unimos a los que se quedaron tocando y cantando. Suenan rabeles, dulzaina, tambor y castañuelas. Algunas se arrancan a bailar jotas. Pilar nos saca unas coplas escritas de su puño y letra, que hablan de la marcha, y las cantamos a coro al ritmo que Enrique nos marca con la armónica, despidiendo la jornada. En este enlace puedes bajarte el PDF de las coplas (69 Kb).

2 comentarios:

  1. Que suerte tener un dia tan bueno en una caminata que debió ser preciosa. Esperamos poder acompañaros en la próxima.

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  2. Gracias, Rafael. La verdad es que hizo un día buenísimo.
    Para la próxima no va a hacer falta apuntarse.
    ¡Nos vemos allí!
    Enrique

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