03/07/2015

El camino de Val de San García a Ruguilla



“En junio, beber y sudar, y el fresco buscar”, dice el refrán. El sábado 27 de junio mirábamos al cielo desde Val de San García buscando alguna nube que nos diera alguna esperanza. Nos esperaba un día de mucho calor.

A las nueve en punto comenzamos la visita guiada en el lavadero, con algo inusual y muy especial en un pueblo tan pequeño: una exposición de arte. “Construido en 1965 día de San Isidro” dice a su entrada una inscripción grabada en el cemento. El lavadero lleva vacío desde hace una treintena de años, desde que la gente emigró, y desde que los vecinos que quedaron empezaron a disponer de agua corriente en sus casas. Hoy, el lavadero está vacío, vacío de mujeres, vacío de ropa que lavar, incluso vacío de agua. El caño ya no mana y no recuerdan desde cuándo. Pero este fin de semana (26 a 28 de junio) eso no es ningún problema. El lavadero abre sus puertas para convertirse en un pequeño centro de arte donde expone Laura Carrascosa, una artista descendiente de la localidad que nos ofrece su obra gráfica que ha titulado “Vacío”. Laura nos recibió personalmente y nos habló de su obra. Todo un lujo.

 
Laura Carrasco nos muestra su obra "Vacío".
Va llegando más gente y se van uniendo a nosotros en el recorrido por las calles de Val de San García. No hay duda. Este es un pueblo de artistas: los sillares de piedras grabadas, las fachadas decoradas con dibujos a finales del siglo XIX por Lorenzo Vicente, albañil de profesión y todo un artista. Su bisnieta, Asunción Vicente, también hoy nos regala preciosos murales en las paredes de su pueblo, Moranchel, de los que ya hablamos en la primera jornada de este año.


Una breve introducción, avisos generales... ¡y en marcha!
Pasadas las 9:30 se nos unen los últimos grupos recién llegados de Cifuentes y comienzan las presentaciones y explicaciones en la plaza. Hay que prepararse para un día de calor y salir cuanto antes, así que nos untamos de crema protectora, calamos gorros, acomodamos mochilas, aseguramos bastones, y empieza la marcha. Felipe se sorprende de que no hayamos escogido el camino que sube a las Zamarrillas y lleva directo al Raso y a Ruguilla. Bueno, sí, es menos distancia, pero también sería más cansado, con más subida, y queríamos pasar por otros sitios de interés…

Val de San García va quedando atrás según bajamos por La Veguilla.
Siguiendo por el Camino del Junco o del barranco Hondo, pasamos junto a la Fuente de la Ventanilla. Todavía tiene agua recién comenzado el verano, y parece bien conservada, aunque le vendría bien una limpieza y mantenimiento. Quizá sea una labor para el Colectivo 100 Fuentes, o para los propios del Val, ya conocidos por sus jornadas hacenderas de trabajo comunitario.

Felipe cuenta su experiencia durante el incendio del año 2000.
A la altura de Los Corrales, Alejandro nos cuenta sobre el incendio que asoló esta zona el 31 de agosto del año 2000, propagándose rápidamente desde Cifuentes, y que dejó el monte reducido a pura ceniza, tal como podemos ver en la imagen de satélite de 2004 que se ha traído. Felipe lo vivió de cerca y nos cuenta cómo se salvó el pueblo por muy poco, gracias a que el viento fue cambiando de dirección por la tarde y noche de ese día, propagándose hacia el este y luego hacia el sur hasta casi llegar a la carretera de Canredondo. Pudimos comprobar cómo en estos 15 años se ha ido recuperando la vegetación, pero también que la sabina no rebrota de cepa como sí lo han hecho encinas y enebros.

El Puente del Tío Maletas es una referencia clásica del acervo cultural local.
Llegados a la carretera se nos une “Santi” (Fernando) y cruzamos con cuidado para tomar lo que queda del trazado de la antigua “Carretera a Mazarete” que seguía el fondo del barranco haciendo los meandros. Al poco, Felipe nos indica que nos asomemos a la izquierda para poder ver el conocido como “Puente del Tío Maletas”, un pequeño arco que servía de alcantarilla para la antigua carretera, y nos cuenta la historia que hay detrás: una mula que se desboca, el equipaje queda desparramado por el fondo del barranco, y el viajante tiene que ir a Cifuentes a pedir ayuda, para desde entonces ya ser conocido con el mote, y el puentecillo gana su referencia. No debió ser hace mucho (quizá en los años 40 o 50 del siglo pasado), pues tanto Felipe como Fernando recuerdan oír contar el suceso de niños, pues la noticia se propagó entre los pueblos de la zona.

¡Cuidado con la cabeza!
Como la nueva carretera acorta curvas, corta los meandros del barranco y de la antigua carretera. Pero para nuestro deleite, los túneles construidos para el drenaje del barranco son fácilmente transitables y nos permite echarnos unas risas y recibir algún que otro chichón.

Aprovechando la poca sombra durante la parada.
Dejamos el barranco y remontamos gradualmente la margen izquierda por la antigua senda. El calor ya arrecia con ganas, y hacemos una parada apelotonándonos los 35 a la sombra de unas encinas para descansar, beber agua y escuchar las explicaciones de Enrique sobre el cambio brusco en las rocas y el paisaje. Al parecer, dejamos atrás las calizas del Cretácico de la Cordillera Ibérica y entramos en los conglomerados del borde de la cuenca sedimentaria del Tajo. ¡Vaya, quién lo diría! Lo que no hay duda es que ya vemos la Alcarria al oeste y las Tetas de Viana al sur. Natalia nos saca del abotargamiento geológico y nos explica la importancia del acervo cultural acumulado en la zona tras siglos de aprovechamiento de los recursos locales y desarrollo de esa idiosincrasia propia adaptada al entorno. No hay duda de que el calor nos está afectando gravemente…

Este tramo del antiguo camino nos dejó enamorados.
El descenso hacia el barranco de La Calera es interesante, pues aprovecha el antiguo camino de herradura en zig-zag, con margina bien marcada, algunos tramos con relleno de mampuestos, y un tramo en que la roca del sustrato muestra el desgaste de los siglos de uso. Merecería la pena recuperar este tramo del camino, aunque sólo sea por no desaprovechar lo que aún queda, que es mucho. Ahí queda la propuesta para un futuro que esperamos ni muy lejano.

¡Quién diría que esto eran huertas hace 60 años!
Pero la foto aérea del "vuelo americano" no engaña.
La antigua vega cultivada que apreciamos en la foto de los años 50, hoy está cubierta de romero y aliaga, también bálago y tomillo. ¡Qué rápido tiende la naturaleza a recuperar su dominio! Pero es lo que mejor adaptado está al clima local y este calor ya veraniego… Menos mal que Teresa ha llegado con el vehículo de apoyo y nos espera en el cruce de caminos con agua bien fresquita. ¡Todo un lujo!

¡Menos mal que Teresa nos trajo agua fresca justo antes del repecho!
El repecho hasta la Fuente de Valdeotané se hace rogar con este calor, pero merece la pena llegar por la vista. La sierra a la izquierda y el páramo de Villaescusa detrás de Las Tetas. Mira que dan juego estos dos relieves para hacer chistes fáciles… La fuente nos ve pasar de largo, pues está llena de abejas y avispas que buscan ávidas el escaso líquido elemento. Y es que “hase una caló” que cualquiera para aquí. ¡Ni una mísera sombra! Continuamos algo más adelante y en la curva otra vez nos apelotonamos a la sombra de unas encinas mientras Enrique nos suelta el rollo geológico. ¡Hay que ver lo que dan de sí esas tobas calcáreas! ¡Si es que en todas las jornadas nos suelta un rollo parecido! Bueno, algún poso va quedando…

Máximo aprovechamiento de la mínima sombra.
Cruzamos la carretera que baja a Ruguilla para ir directos por El Raso hacia el barranco de La Noguerilla. Un bello paraje, que aún más debió serlo cuando estaba en pleno aprovechamiento agrosilvopastoral hace unas décadas. Ya hemos enlazado con el camino que habían propuesto Felipe y Fernando, y que nos lleva directos al destino, aunque sin poder evitar una breve parada en los restos neolíticos (¿o son medievales?) del llano del Cerro de las Covachas. ¡Cuánta historia tiene Ruguilla!

Cruzando el Barranco de la Noguerilla. De toba a toba, y tiro porque me toba.
Fernando nos cuenta sobre los restos de construcciones y parideras en los abrigos del escarpe de las tobas según llegamos a Ruguilla, y nos lleva a la izquierda (en lugar de bajar directos) para poder apreciar una bella panorámica del pueblo. Unas fotos más, y de cabeza a la barbacana de la iglesia, donde Carmen y Lauri nos han preparado un recibimiento con refrescos y aperitivo. ¡Qué gozada! A la sombra, fresquito… Hay cosas que no se pueden pagar con dinero, y entre ellas está una buena acogida y un recibimiento con tanto cariño y dedicación como éste.


Tamaño recibimiento es digno de mención.
Damos cuenta del ofrecimiento y tiramos para el bar, que se nos ha abierto el apetito. Como siempre, compartimos viandas, y al acabar, Eduardo saca su licor de pasas e Isabel nos ofrece un alajú de cosecha propia que está para chuparse los dedos, nunca mejor dicho. Y como no, Pilar apaña sus coplas, Enrique saca su rabel, y una vez más tenemos al cuarteto coplero desbocado y contándonos su versión de la jornada. Os dejamos aquí la letra.


No solemos pasar de la fase amistosa y de cánticos...
Pero no acaba ahí la cosa. Un grupo sale para visitar la bodega de Lauri, y ya si eso probar los vinos locales, mientras otro grupo sale con Luisa para hacer la visita guiada por Ruguilla, que curiosamente termina en la bodega de Isabel, y mira tú por dónde, también probando sus vinos. Si es queeeee... venir a Ruguilla y no hacerlo (...lo de probar sus vinos) se puede considerar pecado.

En fin. La jornada de caminos que unen pueblos, quinta y última del año, acaba lentamente, con al calor arreciando, y todos deseando volvernos a encontrar en otra ocasión similar. Aún tenemos que concretar el programa del otoño y de 2016, así que estad atentos a lo que se nos venga encima. Seguiremos informando.

¡Gracias a Carlos, Eduardo, Enrique, Fernando y Pilar por las fotos!

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