04/04/2019

Crónica de la jornada de Trillo a Ruguilla por Sotoca

Hoy empezamos en Trillo a primera hora de la mañana. Desde la plaza vamos subiendo por la Calle de Enmedio para ir a desayunar. Nos invitan el Ayuntamiento de Trillo y la empresa local de productos locales de la miel que otras veces, en éstas mismas jornadas, nos han ofrecido un aperitivo. Como es desayuno, esta vez han preparado café con miel, ¡y está riquísimo! ¡Nunca lo habíamos probado! No faltan tampoco el zumo de naranja, ni las tostadas con queso, miel y aceite como en anteriores ocasiones.

Presentaciones e introducción a la jornada en la Plaza Mayor de Trillo.

Por la Calle de Enmedio, unos suben a desayunar y otros bajan desayunados. ¡Menudo trajín! Poco a poco, nos vamos juntando en la Plaza Mayor. Comienzan las presentaciones por parte de Enrique y Luisa. Hoy seremos casi doscientos y el recorrido tendrá algún tramo más difícil que otras veces.
Luisi, la responsable de la Oficina de Turismo de Trillo, nos hace una pequeña visita guiada por el pueblo. ¡Vaya lujo! Había muchas más cosas para ver, pero no tenemos tiempo de verlo todo, así que tendremos que volver a este pueblo tan hermoso. Luisa, nuestra historiadora, también nos explica algunas curiosidades en la iglesia, y en especial sobre Santa María Egipciaca, que luce en lo alto del altar.

Cascadas del río Cifuentes en Trillo en su bajada hacia el río Tajo.
El tiempo apremia y nos vamos hacia la desembocadura del río Cifuentes en el Tajo, donde Luisi prosigue la visita al pueblo. Enrique, el geólogo, nos encamina por las cascadas para que las veamos de cerca y nos cuenta su origen y el de la toba, una roca ligera y porosa que ya es bien conocida por quienes participan asiduamente en estas Jornadas.

Saliendo de Trillo, llegamos a la Rotonda de los Peces, donde la Guardia Civil amablemente retiene el tráfico y nos ayuda a cruzar. Continuamos por el camino antiguo de Trillo a Sotoca, que aquí coincide con el carril asfaltado al monasterio de Santa María de Óvila.

Luisa nos habla sobre Tomás, el yesero de Trillo.
Nos advierten de una fuerte subida por encima del yesar y el grupo se desdobla en dos. Unos vamos con Enrique, Alejandro y Natalia por el yesar, y otros con Luisa, Raúl y los dos biólogos: Alberto y Meme. Antes de separarnos, Luisa nos habla de la entrevista que tuvo con Tomás Morales Mota, uno de los últimos yeseros de Trillo, que ejerció su profesión hasta los años setenta. Los Mota fueron una familia de yeseros durante generaciones, llegados a Trillo desde un pueblo de Cuenca para ejercer un oficio que se trasmitía de padres a hijos.

Con Trillo y su central nuclear al fondo, el grupo sube hacia el yesar.
El otro grupo que va con Luisa se desvía por Carrasotoca y, volviendo la vista hacia Trillo, Raúl explica cómo se formó el paisaje que vemos. También nos fijamos en las chimeneas de la Central Nuclear echando vapor. Por el camino, Meme y Alberto van contándonos cosas interesantes sobre las plantas que ya están reverdeciendo, y algunas echando flor. La hierba blanquilla es laxante y a la vez muy tóxica. La hierba de las siete sangrías, había que tomarla durante siete días en ayunas. La ajedrea y el tomillo, que es bueno para los catarros, la salvia para la diabetes, el buje para hacer cucharas y bastones de su madera, la gayuba, el aladierno, el enebro, la sabina y el pino carrasco...

Enrique habla de los tipos de yeso y cómo se trabajaba.
Mientras, Enrique explica a su grupo cómo se obtenía el yeso, sus características, y su relación con el llamado lapis specularis, que fue muy apreciado por los romanos hasta el siglo II, en que fue sustituido por el vidrio laminado. Los cristales más grandes de yeso transparente se exportaban por todo el imperio para su uso en ventanas y tragaluces.

Aparte de este uso, el yeso también se ha utilizado para la fabricación de cemento, estuco y yeserías empleados en la construcción de edificios desde hace miles de años hasta la actualidad. Para ello se quemaba en un horno hasta una temperatura concreta, se machacaba y se cribaba para su uso en suelos, paredes y techos.

Desde la antigua senda se observa lo que queda del Monasterio de Santa María de Óvila.
Y hablando de conventos, a lo lejos, vemos un bello conjunto que parece ser una iglesia con varias casas alrededor. Nos explican que es lo que queda del desdichado Monasterio Cisterciense de Santa María de Óvila, vendido en la desamortización de Mendizábal, y que en los años 20 acabó en las manos del magnate estadounidense William R. Hearst. El conjunto empezó a ser desmontado y se empezó a llevar las piedras a su país hasta que, debido a la crisis económica de 1929, Hearst se vio obligado a abandonar el traslado. Un año después del irreparable daño, el 3 de junio de 1931, el gobierno de la República declaró el conjunto remanente de Óvila como Monumento Histórico Artístico nacional. En los años 80, unos frailes cistercienses californianos recuperaron la sala capitular, que se encontraba desmontada en el parque del Golden Gate, para incorporarla a su abadía. En este enlace se describe la epopeya. Suponemos que los frailes alcarreños medievales elaboraban vino y no cerveza, pero los inquilinos en la nueva ubicación californiana han creado una cerveza llamada Óvila que les está ayudando a costear la obra.

Grandes pinos, nogueras y encinas ceden su sombra al caminante.
Llegando a Sotoca de Tajo, el grupo se estira y nos asombra la cantidad de participantes.
Cuesta abajo por Las Navas, y después por La Vega, ya vamos llegando a Sotoca. A los lados del camino hay grandes nogueras, y una gran encina que nos llama la atención, pues puede alojar todo un rebaño de ovejas bajo su copa.

El lavadero público de Sotoca permite lavar "con agua corriente".
Ya en Sotoca, nos sorprende el lavadero y la plaza con su fuente y su frontón. Antiguamente había allí una picota que vemos en una foto de Camarillo que nos muestran.

Descansamos en Sotoca, junto al lavadero, la fuente y el frontón.
La plaza hoy está llena de gente y da alegría, pero esto no es así normalmente, nos dice Natalia. La despoblación hace mella en todos estos pueblos: cada vez hay menos servicios y, en consecuencia, menos habitantes.

Un hito con una cruz indica dónde murió San Martín de Finojosa.
Rodeamos el ábside románico de la iglesia de San Pedro en Sotoca. Es pequeña y bonita, con un pequeño atrio y barbacana. Nos sorprende el cartel junto a ella en el que pone que está dedicada a San Martín de Porres, un santo que nada tuvo que ver con la villa. Se han debido de confundir con San Martín de Finojosa, obispo de Sigüenza, que es quien murió en esta localidad en 1213, cuando regresaba del monasterio de Santa María de Óvila.
Cuesta arriba, comenzamos el camino hacia Ruguilla, con la idea de ir por el Alto de las Cuevas para ver otras cosas, pues la parte baja ya la hicimos hace unos años.
Enrique tira del grupo para cumplir con el horario previsto y sube con un pequeño grupo a visitar una enorme piedra de molino que se encuentra a medio tallar. Otros nos vamos quedando más rezagados, porque la cuesta se acentúa.
La Cueva Cavera se utilizó como polvorín en la guerra, y para criar setas hace unas décadas.
En el alto vemos una cueva que se sale de lo común por lo amplia y de baja altura. Por lo visto, fue excavada en la última guerra para ser utilizada como polvorín, y después fue utilizada para cultivar setas.

Descendemos del Alto de las Cuevas en dirección a Ruguilla, que ya se divisa.

Nos asomamos al borde del Alto de las Cuevas, ya casi llegando a Ruguilla, y emprendemos una bajada zigzagueante en la que vamos dejando numerosas cuevas-bodega a nuestra derecha por el camino.

Dos de las numerosas cuevas-bodega en la bajada a Ruguilla.
Una vez abajo, junto al parque infantil, un autobús se lleva a los conductores a recoger sus vehículos, y a algunos vecinos de Trillo que nos han acompañado. El resto subimos al bar, donde las dos asociaciones de Ruguilla, la de Santa Catalina y la Asociación de Vecinos, nos ofrecen un aperitivo. ¡Qué bien sienta beber con sed y comer con hambre! Las migas están muy ricas, pero somos muchos y no llegan para todos. ¡Muchas gracias a las ruguillanas y ruguillanos, tan acogedores como siempre!

Ya es tradición compartir viandas, conversación y bebidas.
Mientras esperamos a que vengan los conductores con la comida, en el patio del bar, un grupo ensaya canciones de panadera. Una vez reunidos todo, en la comida compartimos el chorizo de jabalí, la tortilla española con y sin cebolla, y también tortilla de collejas, una planta comestible disponible en esta época. Los pimientos asados y las ensaladas acompañan a los lomos y las empanadas. Y a los postres circulan el licor de Morillejo y bizcochos variados, de los cuales nos llama la atención por su originalidad y sabor uno de calabacín.

Algunas anfitrionas locales nos deleitan con su labor gastronómica.
Nuestra guía turística Luisa tiene que irse nada más comer, así que Isabel ejerce de guía local encargada de la visita guiada. Contagiando su entusiasmo, nos muestra su pueblo y nos descubre los numerosos rincones de interés que esconde, contándonos sus detalles y anécdotas.

Mientras tanto, Enrique ha expandido las coplas de la jornada iniciadas por Pilar, para después cantarlas entre varias personas a todo el grupo (puedes verlas en este enlace). Miguel acompaña a la guitarra mientras él y Enrique aprovechan para ir cantando otras piezas conocidas del folclore tradicional y popular. Finalmente, terminamos la jornada despidiendo gradualmente a los participantes que poco a poco nos van dejando.

Nos vemos en la próxima jornada de patrimonio, el sábado 27 de abril, en que recorreremos el antiguo camino de El Sotillo a Cifuentes.

¡Gracias por las fotos a Carlos, Eduardo, Enrique, José Luis, Mari Paz, Pilar y Teresa!

No hay comentarios:

Publicar un comentario