16/11/2017

La tradición de los cachos (arrope de calabaza) en Ruguilla



El pasado viernes 10 de noviembre, por iniciativa de la Asociación de Vecinos de Ruguilla, nos reunimos un grupo de vecinos y amigos de Ruguilla para elaborar un dulce tradicional de estas fechas otoñales conocido como arrope de calabaza o cachos, que es como lo llaman en Ruguilla. El objetivo, igual que hicimos el año pasado con la elaboración del alajú (puedes verlo en este enlace), es intentar recuperar y mantener este tipo de patrimonio cultural inmaterial que es la tradición gastronómica local en Cifuentes y sus pueblos.

Cocinar entre todos es una oportunidad excelente para compartir buenos momentos.
Como ocurría con el alajú, el arrope parece ser también un dulce de origen árabe que todavía se prepara en diferentes partes de España y que, generación tras generación, se viene haciendo en muchos rincones del sur de Castilla. La despoblación de los años 60 y 70 ha desplazado y casi llevado al olvido este dulce que se había mantenido cientos de años en la cultura popular tradicional.

Un buen cuchillo y unas manos experimentadas para empezar la faena.
El diccionario de la Real Academia Española nos da las siguientes definiciones para el arrope:

Del árabe hispano arrúbb, y este del árabe clásico, rubb.
1. m. Mosto cocido hasta que toma consistencia de jarabe, y en el cual suelen echarse trozos de calabaza u otra fruta.
2. m. Jarabe concentrado hecho con miel blanca y que contiene alguna sustancia vegetal y medicinal. Arrope de moras, de granada, de saúco.
3. m. Extremadura y La Mancha. Almíbar de miel cocida y espumada.
4. m. Argentina y Ecuador. Dulce hecho con la pulpa de algunas frutas, hervida lentamente hasta que adquiere consistencia de jalea. Arrope de tuna, de chañar.


En nuestro caso, para su elaboración sólo se necesitan dos ingredientes: calabaza y miel. Antiguamente se aprovechaba todo lo que producía la tierra en estos meses (calabazas, higos, nueces, etc.) y también se sacaba el máximo provecho de todo lo que tenían las colmenas (cera. miel, jalea, etc.). La miel se aprovechaba íntegramente, y para ello se rebañaba hasta la última gota. El arrope se elaboraba con el aguamiel obtenido de en juagar la cera de las colmenas para obtener toda la miel adherida a las mismas. Hoy lo haremos directamente con miel, nos dice Isabel, nuestra maestra repostera.


Lo primero que hacemos es colocarnos en una mesa grande y partir las calabazas en rodajas de unos 4 cm de grosor que a continuación vamos pelando.

Colaborando entre todos se avanza más rápido y es más divertido.
Una vez peladas se cortan en trozos o cachos, como decimos por la Alcarria, de medio centímetro de grosor aproximadamente, y las vamos colocando en un recipiente.


Mientras terminamos de cortar la calabaza, Isabel ha encendido el fuego y en una gran olla pone 4 kg de miel a cocer. La miel tiene que cocer a fuego lento hasta que se reduzca y tome un color dorado. Es entonces cuando se añade la calabaza troceada, que deberá cocer también hasta que se merme y obtenga también un tono dorado.

Ya casi hemos acabado de partir la calabaza en tiras... ¡uff, qué trabajo!
Mientras la miel cuece, algunos vecinos recuerdan que los cachos también los hacían en algunas ocasiones cociendo la calabaza con el mosto de las uvas en lugar de hacerlo con miel. En estas fechas ya se ha elaborado el vino y una forma de aprovechar el mosto sobrante era utilizarlo para el arrope de calabaza. En este caso, también el mosto tenía que cocer hasta reducirse antes de añadir la calabaza.

Nos cuentan que los cachos se comían solos o también sobre rebanadas de pan. ¡Qué ricos!

La mesa ya está lista para ir cenando mientras se cuecen los cachos.
Mientras los cachos cuecen, nos disponemos a cenar con lo que hemos traído cada uno. Alegría e ilusión entre los participantes que nos deleitamos con tan ricos manjares. Tras la comida estamos animados, y aunque no hay instrumentos musicales, Isabel nos canta una seguidilla de Ruguilla y alguna jota.

Isabel va comprobando si alcanzan el punto adecuado.
Los cachos cuecen y cuecen, y hay que removerlos de vez en cuando, pero aún les falta mucho, nos dice Isabel. El líquido tiene que tener consistencia de jarabe y la calabaza, cuando la probemos, tiene que haber dejado de saber a calabaza, insiste nuestra maestra. Nuestra impaciencia nos hace pensar que ya están listos, pero aún tendremos que esperar.

Todavía tiene que seguir hirviendo un poco más...
Algunos se quedan y otros nos marchamos. Ya veremos mañana el resultado y probaremos este dulce tradicional del que nos hablaban nuestros padres y abuelos, y que afortunadamente todavía hay quienes no han olvidado cómo se elabora y mantienen la tradición. ¡Gracias a todos ellos!

¡Muchas gracias a Eduardo por las fotos!
 

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